Más allá…. del desarrollo

Ciencia, fantasía y proyectos nacionales en Oscar Varsavsky

El porvenir existe, y cada uno tiene el derecho y el deber de adelantársele. (“América ignorada”, 1957)

A partir de la famosa publicación del Club de Roma sobre los “límites del desarrollo”, se han hecho cálculos globales sobre agotamiento de recursos, a nivel del mundo entero o de algunas de sus regiones (en Argentina se está haciendo algo similar en la Fundación Bariloche), pero sobre la base de alguna hipótesis fija sobre la tecnología, y por supuesto sobre las metas. […]. [U]n estudio de este tipo debe incluir simultáneamente recursos básicos y tecnologías alternativas. (Varsavsky, 2013, p. 42; énfasis nuestro)

El debate sobre “estilos de desarrollo”

Desde hace un tiempo, puede observarse un renovado interés en torno del desarrollo y sus límites. En ese marco, el debate sobre “estilos de desarrollo” que se desplegó entre fines de la década de 1960 y comienzos de la de 1970 ha sido objeto de algunas indagaciones (ver, por ejemplo, Aguilar et al., 2016; Svampa, 2016; Grondona, comp., 2016). Con ese nombre delimitamos un conjunto relativamente disperso de intervenciones que compartieron distintos aspectos y que funcionaron como respuesta tanto a los diagnósticos optimistas del desarrollismo cortado al talle de la Alianza para el Progreso, como a los diagnósticos sombríos del Club de Roma. Este último –un grupo heterogéneo de científicos y empresarios– había “demostrado”, mediante el uso de modelos matemáticos corridos por computadoras (Modelo Mundo III del Massachusetts Institute of Technology), que en un futuro no muy lejano el crecimiento económico iba a encontrarse con límites físicos insalvables. Frente a ello, se recomendaban políticas de control de la natalidad para los países pobres, y un refrenamiento del crecimiento para los países centrales.

La respuesta de diversos expertos frente a este diagnóstico neomaltusiano no se hizo esperar. En particular, se destacan las de un grupo dispar de especialistas latinoamericanos provenientes de las “ciencias duras” que retomaban y profundizaban distintas reflexiones y estudios que habían puesto en duda algunas de las premisas del denominado “desarrollismo” y del “cientificismo” al que estaba asociado dicho diagnóstico. Por una parte, el equipo de la Fundación Bariloche1, liderado por el geólogo Amílcar Herrara, propuso el Modelo Mundial Latinoamericano, y, por otra parte, los distintos equipos del Centro de Estudios de Desarrollo de Venezuela (CENDES), del Centro de Programación Matemática (CPM) y de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) conducidos por el físico y químico Oscar Varsavsky2 también propusieron modelos alternativos. Este último se empeñó en mostrar la necesidad de un nuevo estilo de desarrollo, que denominó CREAtivo3, en un texto de 1971 (Varsavsky, 1971), “educativo” o de “cultura autónoma” en otro con Eric Calcagno, del mismo año (Varsavsky & Calcagno, comps., 1971), y “Pueblocéntrico” o “Socialismo Nacional Creativo” en un tercer libro de 1974 (Varsavsky, 1974/2013).

Estos especialistas hablaban el mismo lenguaje que el Modelo Mundo III del Club de Roma, el de los cálculos matemáticos complejos realizados por computadoras. Tanto la Fundación Bariloche como Oscar Varsavsky presentaron modelos de desarrollo alternativo que demostraban (a escala mundial, unos, a escala nacional, el otro) la viabilidad de un orden social igualitario, capaz de satisfacer universalmente las necesidades humanas básicas, definidas con criterios amplios que superan en mucho la estrechez de miras con la que suelen delimitarse en el presente. Así, por ejemplo, el listado consignado por Varsavsky en 1971 se organizaba en necesidades físicas, sociales, culturales y políticas, e incluía algunas bastante llamativas como “igualdad en la distribución del producto y el prestigio”, “ocio creativo, innovador: científico, artístico y artesanal”, “imagen del mundo”, “satisfacción en el trabajo”, “autonomía nacional” o “libertad para cambiar de Proyecto Nacional”.

En estos trabajos, se demostraba que los tan mentados “límites” no eran físicos ni remitían al futuro, sino que eran el resultado de órdenes sociales y políticos injustos cuyas condiciones ya padecía buena parte de la humanidad. A contramano de la vieja premisa de Karl Marx que objetaba los diseños utópicos y reservaba a la ciencia el análisis del presente, estas discusiones buscaban calcular y diseñar las formas del futuro.

Si bien la labor de ambos equipos podría ser de interés para un libro que se proponga analizar las complejas relaciones entre ciencia y divulgación –pues fueron experiencias que sin dudas jugaron con ese límite–, en este capítulo nos centraremos, por motivos que irán quedando más en claro con el discurrir de los argumentos, en los trabajos de Oscar Varsavsky y, sobre todo, en su libro Proyectos nacionales. Planteo y estudios de viabilidad (Varsavsky, 1971).

Tapa y contratapa del libro de Oscar Varsavsky publicado en 1971, Proyectos nacionales. Planteos y estudios de viabilidad.

En este libro, publicado en 1971 por la Editorial Periferia, el matemático se proponía analizar diversos proyectos nacionales o estilos de desarrollo alternativos y su respectiva viabilidad física, social y política. Se trató, en rigor, de un ejercicio incompleto, pues la comparación de la viabilidad de los distintos estilos estaba reservada para un segundo tomo, que no llegó a concretarse. Ese camino se recorrió más acabadamente en otros textos: por ejemplo, un documento que tomaba como caso Venezuela y que se publicó en un libro chileno en 1971 (Varsavsky & Calcagno, comps., 1971). En este último texto trabajó con la experimentación numérica que partía del diseño de un modelo, luego matematizado, que delimitaba componentes formados por un determinado conjunto de variables (endógenas y exógenas) a las que se asignaban rangos. La interconexión entre componentes y variables descansaba en hipótesis del diseño que podían ser más o menos “cargadas”. Cuanto menos presupuestos, más ajustado era el cálculo. A partir de diversos controles, se proyectaban sucesivos escenarios en virtud de los cuales evaluar la viabilidad de ciertas líneas de acción. Estos modelos estimaban los diversos recursos necesarios para la satisfacción de las necesidades delimitadas, el capital necesario, los recursos humanos, la capacidad de importación necesaria, la infraestructura institucional requerida, la capacidad de innovación demandada, pero también prometía diseñar un mapa de actores, de intereses y de conflictos.

Proyectos nacionales, de corte más bien normativo, presentaba y argumentaba a favor del estilo CREAtivo, para el cual, como indicaba su nombre, la creatividad y la diversidad cultural resultaban un pivote fundamental. En ese nuevo orden, la propiedad debía tener carácter social, salvo algunas pocas excepciones asociadas a necesidades subjetivas. Otro rasgo del estilo proyectado era que la familia pasaba a ser una institución poco relevante en favor de nuevas formas de socialización. Asimismo, se estimularía la participación en una “democracia profunda”, en busca de una mayor autonomía cultural capaz de superar las formas organizadas de religión, la primacía de ciertos grupos dominantes y las formas consolidadas de lazo social. Se trataba de un orden radicalmente nuevo.

Además de ser el más deseable, este estilo era el más viable, sobre todo en relación con el estilo CONSumista o DESarrollista entonces vigente4, y que los expertos mainstream proyectaban hacia adelante a través de progresiones y estimaciones. Ese modelo estaba signado por la “falacia cuantitativa” que trazaba como objetivo del proyecto nacional el mero incremento del producto bruto interno (“el numerito”, como escribía irónicamente Varsavsky). Precisamente, en virtud de esta posición y de la sospecha frente al lenguaje hermético de los economistas, Proyectos nacionales fue escrito en un tono coloquial, recuperando formulaciones del habla popular, como refranes, chistes, etc. Asimismo, encontramos un capítulo enteramente dedicado a “desmontar” los secretos que se ocultaban tras el lenguaje críptico de los expertos.

Tabla comparativa de los distintos estilos de desarrollo analizados por Varsavsky en Proyectos nacionales. Planteos y estudios de viabilidad: CREAtivo, CONSumista, AUTOritario, HIPpie, LUNAr.

En este sentido, Proyectos nacionales se muestra indudablemente extranjero al modo en que solían (y suelen) debatirse las cuestiones del desarrollo. Y ello no sólo por la distancia con la jerga especializada, sino porque el propio modo de plantear el problema resultaba “original”. Tomemos por caso la distinción de los diversos modelos; a los ya mencionados, debemos sumar tres: el AUTOritario, el LUNAr y el HIPpie. Se trata de nombres sin duda mucho más literarios de los que suelen encontrarse en las discusiones económicas o sociológicas del período. Asimismo, el apéndice que presenta “La fábula de Monox” –un ejemplo imaginario y simplificado de lo expuesto en los capítulos que lo anteceden, cuyo objetivo era ilustrar el método propuesto sin salir del “nivel pre-técnico” del libro– también resulta disonante.

Esta singularidad responde, según intentaremos mostrar en lo que sigue, a que en la composición del texto operaron elementos clave de la ciencia ficción o, mejor dicho, de la fantasía científica. Esta hipótesis, cuya primera presentación puede resultar algo arriesgada, es resultado tanto de un trabajo sobre los textos como sobre la trayectoria intelectual de Oscar Varsavsky. En efecto, fue en el estudio de esta última que supimos que había participado en la revista Más Allá de la Ciencia y de la Fantasía que publicó la editorial Abril entre 1953 y 1957.

Primera página del cuento “Protoníquel”, de la saga “Los crímenes de L.I.O”, firmado con el seudónimo Abel Asquini y publicado en el número 5 de la revista Más allá (noviembre de 1953)

No queda claro, sin embargo, el estatuto específico de esta participación. Sabemos que publicó tres cuentos con el pseudónimo Abel Asquini (Zapico & Tajeyan, 2014, p. 8), para los que había resultado inspiradora su experiencia como técnico en el laboratorio de Philips (“Los crímenes de L.I.O” transcurrían en el Laboratorio de Investigaciones Orselec). Según una entrevista realizada por Delia Maunás a Boris Spivacow, director de Abril e íntimo amigo de Varsavsky, éste era el “alma” del equipo, y respondía las cartas de lectores (Maunás, 1995, p. 37)5. Por cierto, Héctor Oesterheld también trabajó en la revista y fue, en un período que tampoco termina de quedar claro, su director. Según un trabajo reciente de Carlos Abraham, además de Oesterheld, estuvieron al frente de la revista Giorgio de Angeli (yerno del director de Abril, Cesare Civita), Julio Aníbal Portas y Alberto Löwenthal (Abraham, 2013, pp. 134 y ss.). En el apartado que sigue presentamos, brevemente, aquella publicación.

A partir de conocer el paso de Varsavsky por Más Allá, comenzamos a trabajar sobre sus 48 números. Aunque en indagaciones ulteriores sería quizás productivo incluir otras secciones, a los fines del presente capítulo, hemos trabajado sobre los editoriales y las cartas de lectores, no sólo porque allí resulta más plausible recortar la voz (heterogénea, múltiple y dispersa) de “la revista”, sino, sobre todo, porque en ella encontramos meta-reflexiones sobre las singularidades del género “fantasía científica” que son particularmente relevantes para nuestros objetivos. Así, a los fines del presente texto, nos interesa analizar los modos en que Más Allá proyectó el papel de aquel género en su relación con la delimitación de otros futuros y, más específicamente, en lo que refiere a la delimitación de órdenes sociales y políticos alternativos.

Vale subrayar que la indagación sobre estos materiales partió con una hipótesis abierta y general de ciertas “resonancias” entre aquellos textos vinculados al mundo de la fantasía científica y escritos posteriores de Varsavsky sobre “estilos de desarrollo”. El encuentro con los materiales nos llevó, sin embargo, a la redefinición más audaz que adelantamos más arriba: en realidad, Proyectos nacionales es el resultado de mirar el problema del desarrollo “con los ojos” de la fantasía científica. No solamente encontramos ciertos “tópicos” que en los editoriales y correo de lectores de Más Allá parecen “anticiparse” a las discusiones posteriores –el rol de la ciencia en la delimitación del futuro, la apuesta por un orden basado en la fraternidad, los problemas y promesas del progreso, etc.–, sino, y más fundamentalmente, una cierta mirada, incluso una cierta metodología, que nos permiten establecer nexos más profundos entre ambas instancias. En este ejercicio de puesta en relación, nos valdremos de algunos aportes de la teoría literaria sobre la fantasía científica, aunque tan sólo en cuanto refuercen o clarifiquen aspectos presentes en la perspectiva de la revista, que es la que nos interesa vincular con la perspectiva varsavskiana sobre el desarrollo.

Precisamente, tomando este punto de vista, en los apartados subsiguientes al que dedicaremos a la presentación de Más Allá, trabajaremos sobre los distintos elementos en los que parecen coincidir ambas series textuales (la de la revista, por una parte, y la de Proyectos nacionales, por la otra): (i) la estrategia de presentación de otros mundos posibles, (ii) el papel asignado a la delimitación de utopías creativas y la desestabilización de prejuicios y, finalmente, (iii) la construcción de escenarios intensamente polémicos.

El universo de Más Allá

Más Allá de la Ciencia y de la Fantasía. Revista Mensual de Aventuras Apasionantes en el Mundo de la Magia Científica fue publicada mensualmente por la Editorial Abril entre junio de 1953 y junio de 1957. Tenía una extensión de entre 150 y 180 páginas, en las que no sólo incluían textos de ficción, sino también unas pequeñas viñetas con datos curiosos redactados con humor, el editorial, las respuestas a los lectores (divididas a partir de octubre de 1954 en respuestas a preguntas científicas y reflexiones o preguntas sobre los textos de ficción), varios chistes, el “Espaciotest” y distintos artículos científicos. Estos últimos estaban escritos por divulgadores y especialistas internacionales reconocidos como Willy Levy, Werner Von Braun, Heinz Haber, Joseph Kaplan o Kenneth Heuer. También escribía un colaborador argentino, el físico y químico José Federico Westerkamp (Abraham, 2013, p. 149). Asimismo, la revista se destacaba por las vistosas ilustraciones de Hugo Csecs, J. Eusevi, Rubén Molteni y Joao B. Mottini, entre otros.

Tal como muestra Carlos Abraham en su libro de 2013, antes de la aparición de la revista, en América Latina, pero particularmente en Argentina, se venía alimentando un incipiente público interesado en este tipo de publicaciones. La primera revista de este tipo, La novela fantástica, data de 1937 y la segunda, Hombres del Futuro, de 1947. Ambas fueron proyectos de corta duración, pues publicaron tan sólo un número, en el caso de la primera, y dos, en el de la segunda. Junto con estos antecedentes más inmediatos, es posible rastrear otros, tanto a nivel local como internacional. Tal como han analizado Beatriz Sarlo en La imaginación técnica (Sarlo, 1992) y Soledad Quereilhac en Cuando la ciencia despertaba fantasías prensa, literatura y ocultismo en la argentina de entre siglos (Quereilhac, 2016), el entresiglos había sido prolífico en la expansión de la imaginación técnica, tanto bajo la popularización de la ciencia –por ejemplo, mediante la circulación de debates y saberes especializados en la prensa– como en la producción y divulgación de ficciones científicas. Asimismo, se cultivaron formas híbridas, tales como las notas periodísticas de anticipación que imaginaban el futuro y a las que Sarlo incluye en el género de “lo maravilloso moderno” (Sarlo, 1992, pp. 77–83). También, como ha señalado Abraham en su trabajo, la proliferación de revistas de horror y fantasía oscura (Narraciones terroríficas, 1939–1952) o de aventuras (Centuria, 1946) en las décadas siguientes representan un antecedente de Más Allá y una condición de posibilidad de emergencia de su público de seguidores. Otro tanto puede decirse de las distintas colecciones de libros juveniles que venían publicando editoriales como Abril, Codex, Acme, Tor o la Editorial El Tábano del diario Crítica.

Aquella circulación de revistas juveniles cada vez más especializadas (ciencia ficción, aventuras, policiales, western, terror) estuvo asociada a distintos factores. Por una parte, fue clave el proceso de alfabetización de las clases medias bajas y el ascenso del ocio, así como la delimitación progresiva de los jóvenes como un grupo social y un público diferenciado. Otra de las variables intervinientes remite a las condiciones materiales que hicieron económicamente viable la masificación de revistas. Así, por ejemplo, a comienzos del siglo XX surgió y se expandió rápidamente en los EE.UU. una técnica económica de impresión a partir del desecho de pulpa de madera, que aceleró la publicación de múltiples revistas, entre ellas la primera generación de sci-fi. Más Allá iba a inspirarse en una de estas pulp magazines (Amazing Stories, 1926) para la creación de una de sus secciones (“Espaciotest”; Abraham, 2013, p. 103). Sin embargo, Más Allá estuvo más directamente asociada a la segunda generación de esas revistas que, como Galaxy (1950), adoptaron el formato digest, más pequeño y con mejor calidad de imágenes. De hecho, la revista fundada por Horace Leonard Gold fue una de las fuentes predilectas de ficciones para traducir y de varias de sus tapas. Capanna también señala en un libro reeditado en 1985 que Más Allá publicaba cuentos que habían aparecido en Astounding Science-Fiction y que la filosofía de su reconocido editor, John Campbell, resonaba en ambas revistas (Capanna, 1966/1985).

Sin embargo, como veremos, la revista argentina fue bastante más que una receptora pasiva de “contenidos” producidos en otras latitudes. No sólo publicó cuentos de autores locales, sino que interactuó estrechamente, sobre todo en las secciones de correspondencia, con un creciente público local interesado en la fantasía científica y con una curiosidad general por la ciencia, probablemente alimentada por ciertos debates públicos, como el que siguió al affaire Richter (ver capítulo de Hernán Comastri en este volumen).

Más Allá llegó a tener una tirada de 25.000 ejemplares (Capanna, 1966/1985, p. 78), y realizaba consultas periódicas a sus lectores para conocer su perfil y sus preferencias. Según una encuesta lanzada en el cuarto número y cuyos resultados se publicaron en el séptimo, se trataba de un público mayoritariamente masculino (87 %), con gran proporción de estudiantes (43 %), empleados (23,9 % empleados), profesionales (11,6 %) y obreros especializados (11,1%). Asimismo, la mayor parte de los lectores tenía entre 18 y 30 años (54 %) o eran aún más jóvenes (18,3 % para las edades de 15 a 17, y 10 % para los de menos de 14).

Un último elemento que no puede estar ausente de una caracterización general de Más Allá remite a las singularidades del proyecto editorial que la albergó. Editorial Abril fue fundada en 1941 por Cesare Civita, Paolo Terni, Alberto Levi y Leone Amati, exiliados luego de las leyes raciales de la Italia de Mussolini. Las redes del antifascismo oficiaron de cantera de los diversos escritores, dibujantes y personal administrativo que pasaron por allí (Boris Spivacow, Manuel Sadosky, Cora Ratto, Gino Germani, Sergio Segré, etc.). Aunque la editorial tuvo colecciones y revistas destinadas al público adulto (Idilio, Claudia, Panorama, Siete Días), se orientó, sobre todo, al público infantil y juvenil (Gatito, Bolsillito, Misterix, El Rayo Rojo, Cinemisterio). Antes de la publicación de Más Allá –que se inspiraba no sólo en las revistas estadounidenses, sino, tal como muestra Eugenia Scarzanella (2016), también en la colección italiana Urania, publicada por un amigo de Civita–, Abril había incursionado de diversos modos en la fantasía científica, por ejemplo mediante fotonovelas publicadas en Cinemisterio o las aventuras de Bull Rockett en Misterix. Otro tanto puede decirse de la divulgación científica, que había tenido su lugar, por ejemplo, en la revista Hoy y Mañana.

Así, Más Allá –y, en términos más generales, Abril– funcionaban, al mismo tiempo, como instancias de condensación y como momentos iniciáticos. Por una parte, fueron un punto de arribo de distintos procesos de diverso rango que se venían desplegando y que en aquellos primeros años de la década del cincuenta dieron lugar a una experiencia relativamente inédita en la Argentina y en América Latina: la persistencia de una revista dedicada principalmente a la fantasía científica (Más Allá), en un caso, la puesta en marcha de un proyecto intelectual moderno y modernizante pensado para un público de masas (Abril), en el otro. Fueron también experiencias iniciáticas, y no sólo para las múltiples trayectorias individuales de quiénes participaron en su hechura, sino para el despliegue de distintos campos de saber y la delimitación de diversas problemáticas. Funcionaron, pues, como una antesala de “nuestros años sesenta”, incluso como una pedagogía política, que, por cierto, también interpeló a un tal Oscar Terán de Carlos Casares, quien en una carta publicada en el número de diciembre de 1955 sostenía: “nosotros que vivimos en el siglo XX envidiamos a las generaciones venideras porque ellas serán testigos de la conquista espacial que nosotros solo intuimos. Por eso buscamos este escapismo moderno…” (“Proyectiles dirigidos”, 1955g). Precisamente, Más Allá se abismaba sobre ese futuro, para pensarlo de un modo singular, y es sobre todo en ese modo donde encontramos afinidades con la crítica del “desarrollismo” que Varsavsky iba a desplegar a comienzos de la década del setenta.

Otros mundos posibles

El eje principal del ejercicio que propuso Proyectos nacionales era presentar distintas formas de vida, múltiples futuros, cuya viabilidad (física, social y política) podía calcularse. En este sentido, difería de la propuesta de, por ejemplo, el Modelo Mundial Latinoamericano de la Fundación Bariloche, la cual se centraba en demostrar la viabilidad de un proyecto alternativo. También en contraste con la estructuración de trabajos posteriores de Varsavsky, en los que el tono polémico se agudizó para dar lugar a una polarización máxima en la que se enfrentaban sólo dos estilos (el Pueblocéntrico y el Empresocéntrico), en 1971 el matemático extendía un poco más el horizonte de lo imaginable. No sólo observamos una multiplicidad de modelos que se ponían en juego –CREAtivo, CONSumista, AUTOritario, LUNAr e HIPpie–, sino que el recurso de imaginar alternativas quedaba abierto a ejemplificaciones del estilo de la “fábula de Monox” que citamos más arriba, o las elucubraciones sobre un “Proyecto Nacional ‘motorizado’”, por supuesto inviable, cuyo objetivo era que en el término de un año cada familia pudiera disponer de un automóvil (Varsavsky, 1971, p. 41).

Resulta sugerente analizar la propuesta metodológica de Varsavsky, multiplicar el horizonte de los estilos posibles, a la luz de la apuesta cognitiva y política que encontramos en el modo en que la revista Más Allá había reflexionado sobre la fantasía científica (FC). Así, por ejemplo, en uno de los editoriales de la revista, se sostenía que los cuentos a publicar debían “diferenciarse de la tradicional literatura romántica, burguesa, policial o aventurera” y presentar “un esfuerzo –y un esfuerzo bien logrado– para romper el círculo reducido de la realidad que nos circunda y para llevamos a mundos y épocas lejanas” (“Más allá del automóvil”, 1953; énfasis nuestro).

Por cierto, a pesar de que ni la fantasía científica en general ni el modo singular en que se la concibió desde las páginas de Más Allá se redujeron a la “anticipación”, los mundos posibles del futuro eran un tema particularmente visitado en las reflexiones editoriales6 y en las respuestas a los lectores. Así, la FC era presentada como “el esfuerzo más audaz del hombre en pos de la conquista (teórica, imaginaria o fantástica) del mundo desconocido del porvenir”, era la actividad mental que más se acercaba a “los límites extremos de lo impensable”, pues insistía en cuestionar “los obstáculos físicos, psicológicos y técnicos” que aprisionaban “al hombre dentro de su realidad actual” (“Proyectiles dirigidos”, 1955d).

Encontramos dos ejemplos particularmente sugerentes para ilustrar el rol que Más Allá adjudicaba a la FC como género capaz de multiplicar los horizontes de lo imaginable y sus resonancias en el modo en que Varsavsky iba a plantear el debate sobre estilos de desarrollo. El primero es un editorial del segundo número, publicado en julio de 1953, intitulado “Más allá del automóvil”, en el que, como iba a ser usual en esa sección, se discutían las especificidades del género (“Más allá del automóvil”, 1953). Al respecto, se sostenía que un cuento que partiera de la proyección de que en el año 2126 cada ser humano tendría un automóvil, o incluso dos, no sería aceptado por la revista:

¿Por qué? Porque, para nosotros, una estadística como la indicada no tiene atendibilidad. El cálculo se basa sobre una presunción de técnica estacionaria: es decir, que el autor del cuento ha mirado a su alrededor, ha visto muchos automóviles y los ha considerado elementos definitivos de nuestra civilización. Pero no. Matizando la realidad con la fantasía científica, se llega de inmediato a la conclusión de que en 2126 ya no existirán automóviles. Ellos habrán sido reemplazados por gigantescas veredas rodantes a distintas velocidades por todas las calles, por supuesto, protegidas de la intemperie, y el tránsito de las ciudades será infinitamente más sencillo, menos peligroso, más económico y rápido. (“Más allá del automóvil”, 1953, p. 2; énfasis nuestro)

Observamos múltiples coincidencias entre el párrafo anterior y distintos fragmentos de Proyectos nacionales. En primer lugar, se destaca cierta analogía “temática”, vinculada con la cuestión de la “civilización del automóvil” y sus problemas, un asunto que reaparecería en el libro de 1971 tanto en la caracterización del inviable “estilo automovilístico” como en las propuestas de sistema de transportes alternativos para el Estilo CREAtivo, tales como la introducción paulatina de “veredas móviles” (Varsavsky, 1971, p. 207). Sin embargo, entendemos que esta regularidad es menos relevante que una segunda, más bien metodológica. En efecto, Proyectos nacionales es un ejercicio basado, precisamente, en la crítica a quienes analizaban o proyectaban el futuro del desarrollo a partir de lo que en Más Allá se había llamado “una presunción de técnica estacionaria”:

Estudiar sólo la tendencia más probable implica resignarse a ella –es respetar las “reglas del juego”, impuestas en buena parte por intereses humanos nada objetivos–, nos guste o no. Como no nos gusta nada, pero nada, preferimos buscar –para construirlos– otros futuros más deseables; menos probables, tal vez, pero posibles. (Varsavsky, 1971, p. 9; énfasis nuestro)

Justamente, frente a la presunción de “la tendencia más probable”, Varsavsky propone la desestabilización de EL desarrollo (en singular) como camino obligado hacia el cual, a lo sumo, para los discursos menos ortodoxos, se admitían distintas vías posibles.

El segundo caso ilustrativo que nos interesa presentar se vincula con otra de las cuestiones que retomaría el debate sobre estilos de desarrollo: remite a la confrontación con los diagnósticos pesimistas (que Varsavsky caracteriza como “reaccionarios extremos”) que, por ejemplo, desde el mencionado Club de Roma insistían en los peligros que deparaba el crecimiento demográfico y el daño al medio ambiente. Nuevamente, encontramos no sólo una anticipación de este “tema” en uno de los editoriales de Más Allá, sino también importancias resonancias en la forma de abordarlo:

Hace 150 años, Malthus […] llegó a la conclusión de que no existían sino dos posibilidades de salvación para la humanidad: una el control y la limitación de los nacimientos, y su alternativa una serie perpetua de guerras, carestías y epidemias, redujeran el número de hombres, tal como los impuestos reducen el circulante y curan la inflación monetaria […] A este punto, intervienen los escritores de fantasía científica […] ellos podrían imaginar no una, sino docenas de soluciones al problema que aterra a los pesimistas sabios y a los pesimistas sin imaginación […] Por supuesto, estas soluciones no son realistas; es decir, no lo son hasta el momento. Pero las imposibilidades del pasado son los lugares comunes del presente, y lo mismo sucederá con las aparentes imposibilidades del presente. (“Alcancemos el porvenir”, 1954; énfasis nuestro)

Por cierto, la última frase del párrafo introduce una cuestión importante respecto de la FC en relación a la cual Más Allá parece haber tenido cierta ambivalencia. Si, por un lado, la “fantasía” debía ampliar los horizontes de lo posible, no resultan tan claros los límites dentro de los cuales podía moverse para seguir siendo “científica”. La relación entre lo verosímil, lo probable y lo posible se muestra compleja. En relación con este punto, en un libro clásico sobre el fantasy, Rosemary Jackson refiere a cierta “vacilación” del género, pues, al mismo tiempo que pone entre paréntesis las leyes (sociales, naturales) que usualmente gobiernan el mundo, sólo produce un efecto de incertidumbre epistemológica y ontológica a condición de producir otras formas de lo verosímil (Jackson, 1986). Así, mientras que en algunos pasajes de Más Allá observamos una celebración de lo inverosímil como fuerza vital y aventura intelectual de sondear los límites extremos de lo imaginable, en otros tramos encontramos una interpelación a tomar en consideración cierto principio de “impotencia” asociado a lo efectivamente imposible. En este segundo sentido, según Más Allá, las preguntas acerca del porvenir que se hacían desde la fantasía científica eran distintas de los interrogantes que en el pasado se hacían a “las entrañas palpitantes” o a las “hojas llevadas por el viento”. Como “forma literaria moderna sostenida en formas del saber cada vez más divulgadas”, las preguntas por el futuro se articulaban con “fórmulas de la química y ecuaciones de las matemáticas” (“El fulgor de Marte”, 1954).

En cualquier caso, el ejercicio en ambos ejemplos era el de multiplicar los futuros posibles más allá de la mera proyección hacia adelante de las condiciones del presente. En este punto, la apuesta de Más Allá resulta compatible con la interpretación propuesta por Pablo Capanna en un citado texto de 1966 (Capanna 1966/1985), que recupera la expresión borgeana para caracterizar a la ciencia ficción como “literatura conjetural”. Así, más que un cierto elenco temático (que propondría temas “afines” a la ciencia), convendría entender al género en cuestión a partir del modo en que se componen sus textos y las afinidades que ellos muestran con la práctica científica, con la formulación de hipótesis e incluso con la ética que deriva de la duda como método. Al respecto, es más que elocuente el siguiente fragmento:

¡Si! Esta es la palabra fundamental. Qué pasaría si… Cómo sería el mundo si… Qué diríamos si… Este si eterno, lanzado interrogativamente en las infinitas direcciones del infinito tiempo y del infinito espacio, es el estímulo oculto de MAS ALLA, es el resorte del progreso humano, es el manantial de todos los sueños, de todo el humorismo, de toda la emoción. (“Mitologías del futuro”, 1953)

Creación de utopías y destrucción de prejuicios

En las primeras páginas de Proyectos nacionales Varsavsky explicita que el tema de ese libro era “el futuro, lejano y cercano, de nuestro país”, una cuestión presente en cualquier reflexión o programa de desarrollo, pero que la forma de abordarlo era distinta a la que solían adoptar los textos económicos, pues –como señalamos más arriba– no se trataba de hacer prospectiva en el sentido usual:

Nuestra Futurología es pues constructiva y política. Consiste en definir un futuro que cumpla dos condiciones: que nos guste (y será crucial definir quiénes son “nos”); que sea viable, posible de realizar (en las condiciones históricas particulares de cada país al que quiera aplicarse este método). (Varsavsky, 1971, p. 9; énfasis nuestro)

Tanto para la fantasía científica, según la entendía Más Allá, como para la delimitación de Proyectos nacionales, según Varsavsky, rige una ética de la libertad y un llamado a la creatividad y la construcción, capaces de desbordar los límites de lo que hoy resulta dado: “todo lo veremos con los ojos del constructor, del que busca por todas partes materias útiles para la obra que proyecta y descarta las inútiles por bonitas que sean” (Varsavsky, 1971, p. 9). En ese camino, signado por un fuerte voluntarismo, tal como reconoce Varsavsky, la ciencia ficción podía resultar una buena pedagogía:

[L]as Utopías –clásicas y modernas– y hasta las sociedades imaginarias que nos ofrece la ciencia-ficción, muestran frecuentemente aspectos, posibilidades y problemas –sobre todo peligros insospechados– que no son fáciles de visualizar a través de la experiencia histórica sin ayuda de la imaginación. Por eso son útiles a pesar de su inviabilidad manifiesta. (Varsavsky, 1971, pp. 60–61; énfasis original)

En efecto, mito y utopía están presentes tanto en Más Allá como en los debates sobre estilos de desarrollo. Por una parte, la revista inscribía la ficción científica tanto en la tradición de las descripciones de sociedades utópicas como en la de producción de mitos. Por ejemplo, en respuesta del director a una carta podía leerse que “las utopías son de todos los tiempos, y la descripción de sociedades utópicas ha servido, desde que los hombres razonan para señalar posibilidades, esperanzas, advertencias y peligros” (“Proyectiles dirigidos”, 1954; énfasis nuestro). Asimismo, en el editorial de agosto de 1953 se transcribe buena parte de la carta de otro lector que celebraba la “mitología modernísima y dinámica de MAS ALLA” que, sostenía, se basaba en los mismos elementos de las mitologías antiguas y en las que “se presenta en su aspecto más atractivo o más emocionante la realidad del porvenir”. Al respecto, el editor afirmaba que la revista reivindicaba para sí el derecho de pretender que “el futuro mitológico” que describían los colaboradores de Más Allá fuera interesante, entretenido, y que obligara “a pensar, a veces, sobre la posibilidad de ver realizadas estas predicciones y materializada esta mitología; que nos obligue a hacernos la pregunta: ¿Qué haría yo si?” (“Mitologías del futuro”, 1953).

Editorial del número 41 de la revista Más allá (octubre de 1956).

Por otra parte, y siguiendo los argumentos de Darko Suvin (Suvin, 1972), podríamos afirmar que las “utopías factibles” de Oscar Varsavsky son una suerte de social science fiction, rasgo que compartirían, por ejemplo, con la famosa visión de Tomás Moro, que, por cierto, el matemático había “modelizado” a fines de la década del sesenta, como muestra en un libro junto a Eric Calcagno pocos años después (Varsavsky & Calcagno, comps., 1971).

También algunas reflexiones de Umberto Eco resultan complementarias en este punto, ya que nos permiten precisar la especificidad de la ciencia ficción respecto de las utopías clásicas y vincularlas a lo analizado en el apartado anterior. Mientras que las utopías buscaban primordialmente la descripción de un nuevo mundo, a la ciencia ficción “le interesa una pluralidad en acto de mundos posibles y modos de pasar de uno al otro” (Eco, 1988, p. 188). Es precisamente esta multiplicación, que analizamos en el apartado anterior, la que opera como desestabilización de las evidencias del orden vigente.

Ahora bien, más allá de esta proliferación, también es cierto que Varsavsky apostaba por un determinado orden alternativo que describió (e interpelaba a seguir describiendo) con bastante detalle. A contramano de la clásica posición marxista que oponía ciencia y utopía, para el físico era menester involucrarse en una delimitación y planificación exhaustiva (aunque también participativa) del orden deseado. La descripción del estilo CREA cobra, pues, ribetes más próximos a la ficción que a la proyección económica, por ejemplo, cuando nuestro autor imagina formas alternativas de organización de la reproducción de la vida y la socialización primaria capaces de superar las evidentes restricciones de la forma “familia”. Al describir los nuevos núcleos sociales básicos encargados de aquella función, se detiene a justipreciar cuál debía ser su extensión óptima, entre 100 y 200 personas, número “razonable [ya que] todos pueden conocerse con la intimidad de parientes cercanos” (Varsavsky, 1971, p. 211). Del mismo modo, un poco más adelante, reflexiona sobre la forma que convenía dar a las viviendas, y hasta sobre la frecuencia con la que sus miembros deberían socializar con personas por fuera del núcleo a fin de “recibir estímulos externos”. Consideraba recomendable pasar un mes al año como huésped en otro núcleo, preferiblemente de otra región, etc. En esta descripción detallada del futuro utópico alternativo, la imaginación del escritor de FC entra mucho más en juego que el “rigor científico” del experto en desarrollo.

Pues bien, junto con la aventura conjetural y la creación de utopías, nos interesa tomar otro elemento de las teorías sobre ciencia ficción, vinculado a los anteriores, que resulta afín al proyecto de Más Allá, y que reaparecería en Proyectos nacionales. Nos referimos a la noción de “extrañamiento”, según fue elaborada por Darko Suvin. La fantasía científica, asumida como un ámbito de “experimentación mental”7, parte de aceptar la posibilidad de “otro sistema coordinado y co-variante”, así como de otro campo semántico (Suvin, 1972, p. 374). Esta última cuestión resulta nodal y remite a la insistencia con la que la ciencia ficción produce no sólo “nuevos mundos” sino también nuevos vocabularios. Al respecto, los textos varsavskianos en torno del “desarrollo” abundaron en neologismos e incluso encontramos modos específicos de escritura. Ello resulta observable no sólo en la delimitación del estilo CREAtivo y CONSumista, AUTOritario, HIPpie y (sobre todo) el LUNAr8 (con las tres o cuatro primeras letras en mayúsculas), sino también en la referida fábula Monox, en la que despliega más de una quincena de apócopes que van enredando el relato y construyendo un mundo lejano y desconocido –a pesar de tratarse de la descripción, algo simplificada y ficcionada, de cualquier economía latinoamericana de “enclave” (como diría la teoría de la dependencia)–:

Hoy Monox tiene una población “nativa” formada por dos clases sociales: dueños de bancos de ostras y buceadores que las extraen. […] Tradicionalmente, de las ostras se ocupaba el clan DU, que así adquirió un derecho “legítimo” a convertirse en dueño. Los restantes clanes, OB, tuvieron que aceptar el papel de obreros. (Varsavsky, 1971, pp. 315–316)

Y más adelante:

La gran mayoría de los DU están plenamente satisfechos con todos los aspectos del estilo, y en especial con su posición de clase dominante y la posibilidad de hacer turismo. El turismo tiene un enorme prestigio porque no está al alcance de ningún OB y es una actividad completamente distinta, misteriosa incluso para los OB, y que permite conocer y copiar las costumbres de los poderosos extranjeros. (Varsavsky, 1971, p. 328)

También sobre esta cuestión resultan iluminadores los apartes del libro de 1986 de Rosemary Jackson, quien reflexiona sobre los efectos desestabilizadores del fantasy, en tanto en la proliferación de otros lenguajes muestra la fragilidad que anida en la relación arbitraria entre significante y significado, aludiendo a aquello que, tal como ha estudiado el psicoanálisis, queda siempre más allá de la significación y de la estabilización cultural que opera a través del sistema de la lengua.

El efecto que genera este vocabulario alternativo, así como la operación más general de producir un mundo conjetural, es el de un extrañamiento que juega con el distanciamiento al mismo tiempo que con el reconocimiento. Inspirado en el concepto de Verfremdungseffekt con el que trabajó Bertolt Brecht, Suvin explica que, mediante el marco imaginativo alternativo al ambiente empírico del autor y del lector, se ponen en marcha mecanismos de extrapolación o de analogía que hacen de la ciencia ficción un género con enormes potencialidades críticas. Así, también la delimitación de utopías, ucronías o distopías cumplen distintos cometidos, no sólo el de advertir posibles peligros, sino también el de señalar la precariedad del orden vigente mostrando uno radicalmente distinto. El énfasis de Más Allá respecto al carácter provisorio de las condiciones actuales (“todo se derrumba y resurge a cada momento”; ver “Sinfonía de la ciencia”, 1954) se muestra afín a esta perspectiva.

Resulta pertinente señalar que la insistencia de la revista sobre el papel de la FC como “desestabilizadora de prejuicios” avanzaba sobre aspectos que excedían las conjeturas sobre nuevos modos de transporte o viajes intergalácticos, y que incluían cuestiones ligadas al orden político y social vigente. Tal fue el caso del racismo –al que dedicaron un editorial, “Hermandad terrestre”, en el cuarto número, de septiembre de 1953 y varios comentarios en la sección de carta de lectores–, así como de las representaciones del género o de los fenómenos religiosos. Alrededor de la “intromisión” de la revista en estas temáticas, encontramos una serie de intervenciones que problematizaban la in/conveniencia de que se avanzara en ese camino9. La posición del “director” al respecto fue enfática, y parece sumar elementos para nuestra hipótesis:

La F. C. abarca todos los aspectos de la vida humana, inclusive, por supuesto, la política y sus partidos. Prever el porvenir no consiste sólo en imaginar los detalles del Cadillac modelo 1962, sino también estudiar la posible evolución de las actuales organizaciones sociales y políticas. En el estudio de las formas políticas del futuro, los escritores de F. C. no pueden desligarse ni de sus ideas actuales ni de los resultados de sus lógicos razonamientos. Cada uno de ellos imagina el mundo del porvenir de acuerdo con sus opiniones de hoy. Esto vale en todos los campos, tanto político y científico, como religioso y social. La esterilización política de la F. C., es decir, la supresión sistemática de toda pasión política, es inconcebible en la F. C. seria, porque el homo sapiens es homo politicus. (“Proyectiles dirigidos”, 1956c; énfasis nuestro)

Extracto de la sección “Proyectiles dirigidos” del número 41 de la revista Más allá (octubre de 1956).

La invitación a “desconfiar del lugar común” para dar lugar a una “actitud crítica creadora” incluía explícitamente, como vemos, dimensiones del orden social y político. Ella, además, no se pretendía ingenua respecto de posicionamiento ideológicos, e incluso desconfiaba de la neutralidad en el propio terreno científico. Esto último resulta interesante para nuestro análisis no sólo porque retoma temáticas que iban a ser rearticuladas por Varsavsky tanto en su debate sobre el cientificismo (en Varsavsky, 1969) como sobre estilos de desarrollo10, sino también porque comparten, nuevamente, cierta forma de abordarlas. En efecto, más allá de las cuestiones (más o menos) políticas que se trataban en la sección de carta de lectores de Más Allá, resulta notoria la intensidad de ciertas controversias, la politicidad de esa disposición, enfatizada por el modo en que la revista disponía las diversas voces. Sobre este tema nos detendremos a continuación.

Polémica y proyección de un ethos moderno y criollo

La delimitación de una escena enunciativa altamente polémica11 es, entendemos, otro rasgo que comparten Más Allá y las discusiones posteriores sobre estilos de desarrollo. En relación a esto último, y centrándonos en el texto de Proyectos nacionales, observamos, en primer lugar, una reivindicación, a nivel de “lo dicho”, de la controversia como elemento crucial que el estilo CREA buscaba promover:

El principal objetivo a este respecto es que la participación sea profunda, es decir, que cada persona disponga de los elementos informativos necesarios para comprender el problema, y que el debate previo sea amplio y claro. (Varsavsky, 1971, p. 234; énfasis nuestro)

Ahora bien, más allá de esta declaración de intenciones –enmarcada en el proyecto general de, precisamente, cuestionar el orden social vigente–, el texto muestra una apuesta por el debate, como queda claro en la delimitación de distintas figuras antagónicas con las que se discute (“economistas ortodoxos, liberales o marxistas”, “futurólogos”, etc.). Incluso la delimitación del “Estilo CONSumista” y del “AUTOritario” responde al impulso polemizador que estamos describiendo, pues se erigen como un otro con el que el estilo CREAtivo disputa (y vence).

Tapa del número 19 de la revista Más allá (diciembre de 1954).

En esa contraposición abundan también las descalificaciones, las “chicanas” y la vehemencia de un discurso apasionado que se despliega en un terreno híbrido, en las fronteras de la discusión “propiamente” experta. Asimismo, y tal como hemos analizado en otros trabajos (Aguilar et al. 2015, pp. 116–123), los textos varsavskianos se caracterizan por ciertas formas de la disposición textual en las que circulan múltiples voces. Entre estas formas encontramos, por ejemplo, cuadros en los que se contrastan posiciones, un uso regular de elementos lingüísticos polifónicos (“y no”, “en cambio”, etc.), hasta el uso irónico de diminutivos para denostar (y delimitar) las posiciones con las que se confronta. Por ejemplo:

Sin duda los economistas estarían más tranquilos si toda la enseñanza fuera privada y paga, para poder aplicarle los mismos métodos que a las fábricas de zapatos si fuera viable. (Varsavsky, 1971, p. 80; énfasis nuestro)

O:

Al identificar el desarrollo con un numerito, es fácil sugerir que los países de 500 dólares p.h. deben aspirar a ser como los de 1.000, y éstos como los de 3.000. Como el país de mayor ingreso es EE.UU., se deduce que éste debe ser el “modelo” de desarrollo para todo el mundo. De paso quedan en segundo plano los peligrosos problemas de la dependencia: no nos vemos como satélites colonizados sino como alumnos de un maestro aventajado. (Varsavsky, 1971: 110; énfasis nuestro)

La revista Más Allá, por su parte, también había sido un ámbito privilegiado de polémica. En primer lugar, en los editoriales encontramos una apuesta “doctrinaria” por la controversia (a nivel de “lo dicho”): “En la fantasía científica, por el contrario, el pensamiento es ilimitadamente libre. La polémica es eterna. La fantasía científica es, esencialmente, polémica inagotable” (“Polemizando con la estela fulgurante”, 1955; énfasis nuestro).

Amén de esta declaración y de las múltiples instancias en las que desde los editoriales se proyectaban autores y lectores agudos, críticos y dispuestos al debate, resulta quizás más interesante observar el modo en que la polémica funcionó de hecho en la revista. Siguiendo lo que parece ser una tradición en este tipo de publicaciones, Más Allá estaba, como hemos señalado, particularmente interesada en conocer el perfil de sus lectores y, sobre todo, sus opiniones. Desde el segundo número (julio de 1953) dedicaron para ello una sección de cartas de lectores y, a partir del número 17 (de octubre de 1954), desdoblaron las respuestas en dos subsecciones: por una parte, las que resolvían dudas científicas y por otra, una dedicada a los debates (principalmente) alrededor de las ficciones publicadas. Esta última se llamaba “Proyectiles dirigidos”, y fue caracterizada por los propios lectores como “una tribuna libre” de debates intensos. Según datos de la revista, recibieron más de 13.476 cartas (“Estadísticas de Más Allá”, 1955).

Nos referimos a la “estructura polémica” de la sección atendiendo, en primer lugar, a los modos de disposición de distintos fragmentos de las cartas recibidas, pues los editores solían intercalar opiniones muy contrastadas sobre un mismo tema. Este asunto, como casi todos, también fue objeto de crítica por parte de los lectores: “junto a cada crítica se puede leer la felicitación de otro lector por la misma obra estilo de defensa muy singular y supongo que muy efectivo. Juan C. Buffa (Capital)” (“Proyectiles dirigidos”, 1955e). En segundo lugar, el espectro de cuestiones “debatibles” era sumamente amplio: desde los cuentos seleccionados, pasando por el “Espaciotest”, las ilustraciones, las viñetas con datos curiosos, la sección científica y, como puede verse, en la cita del párrafo anterior, y hasta el propio espacio de carta de lectores. En tercer lugar, se publicaban fragmentos intensamente críticos de la revista e incluso pasajes en los que los propios lectores desconfiaban de que sus cartas fueran efectivamente publicadas, precisamente por la vehemencia de algunas afirmaciones. Así, por ejemplo, un lector recomendaba “al autor de ‘cadena de órdenes’ dedicarse a los cuentos infantiles del tipo de Pinocho (un muñeco parlante) o del Gato con Botas (un animal parlante)” (“Proyectiles dirigidos”, 1955a). Era posible criticar la “pésima la argumentación de este cuento” (“Proyectiles dirigidos”, 1955c), y también preguntarse “¿no les parece que el nombrecito es un poco rebuscado? ¿Qué defecto le encuentran a los viejos y probados ‘correo’, ‘correspondencia’, ‘cartas a los lectores’?” (“Proyectiles dirigidos”, 1955f, énfasis nuestro), referirse a un cuento como “el monumento al bodrio” (“Proyectiles dirigidos”, 1956d) o caracterizar una ficción como un “repugnante feto, fruto de la imaginación forzada de un autor mediocre” (“Proyectiles dirigidos”, 1956f).

Finalmente, abundaron los acalorados enfrentamientos y discusiones entre los distintos lectores a propósito de muy diversos asuntos; por ejemplo, alrededor de la existencia de Dios y del alma, sobre las condiciones de “lo femenino” y varios sobre platos voladores. También eran recurrentes las ironías cruzadas:

No puedo dejar de responder al señor León Zorrilla (M. A. N° 34) que si el señor Martínez le recuerda a los aborígenes americanos, él me recuerda a los misioneros de los tiempos de los aborígenes que cobraban a esos mismos indígenas $ 100 por un entierro cerca del altar, $ 50 por un poco más lejos, y $ 10 lejos, con el cuento de reservarles un lugar cerca de Dios. Por lo tanto, leoncito, será mejor que te cortes la melena que a melena larga entendimiento corto. Y vete tú a hablarles a los marcianos sobre tus ideas que aquí, te lo aseguro, vas al descenso. MARTA CARLO (Capital). (“Proyectiles dirigidos”, 1956e)

Este ethos abiertamente confrontativo se corresponde con el peso que –a nivel de “lo dicho”– tanto Más Allá como Varsavsky asignan a la crítica y la polémica. Uno de los rasgos esenciales del “nosotros” enunciador que se configura en las primeras páginas de Proyectos nacionales es su carácter contestatario y cuestionador del orden social vigente. Según declaraba Varsavsky en 1971, “nuestro rechazo de la sociedad actual nos une a todos los inconformistas. Pero, entre éstos, no son muchos los que se preocupan por visualizar cómo debe ser la que la reemplace” (Varsavsky, 1971, p. 9; énfasis nuestro). Esta caracterización se asemeja notablemente a la descripción de los “masalleros”12 que había ofrecido uno de los lectores de la revista:

No somos conformistas, y ella (la fantasía científica) no lo es. Somos soñadores que construyen sus castillos, no en el aire, sino en la base que les dan los conocimientos de la ciencia, las predicciones de la ciencia y del razonamiento científico. Alberto Gómez y Artigas (Montevideo, Uruguay) (“Proyectiles dirigidos”, 1955b; énfasis nuestro)

Más allá de estas frases que proyectaban explícitamente la imagen de un enunciador o un lector crítico y contestatario, la forma de disposición de voces que hemos analizado, los tonos, los registros, la mostraban en funcionamiento. Para describir estas imágenes que se explicitaban, pero que también se mostraban, nos ha resultado particularmente aguda la caracterización propuesta por una de las cartas de lectores que congratulaba al autor de uno de los cuentos argentinos publicados por la revista (Héctor Oesterheld) por su “chispa criolla con sabia mezcla de imaginación moderna” (“Proyectiles dirigidos”, 1956a). Precisamente, entendemos que en textos posteriores de Varsavsky, no sólo en los que dedicó a la cuestión del desarrollo, sino también en su clásico texto sobre cientificismo de 1969, se proyecta un ethos análogo. Nos hemos referido ya al tono coloquial de Proyectos nacionales y a la introducción de distintas formas del habla popular, por ejemplo, en el uso de letras de tango o de refranes que, como epígrafes, enmarcaban cada uno de los capítulos del libro.

Todo texto encierra, según explica Michel Pêcheux (Pêcheux, 1978, pp. 44 y ss.), una serie de proyecciones imaginarias que operan a nivel de la enunciación, y ellas están recorridas, atravesadas, incitadas por una serie de preguntas: ¿Quién soy “yo” para hablar así de esto? ¿Quién es “él” para que le hable así de esto? ¿Quién soy “yo” para “él”, al que le hablo así de esto?, etc. El modo en que Proyectos nacionales resuelve estos interrogantes está definitivamente “corrido” de las regularidades esperables en un texto dedicado al problema del desarrollo. A lo largo de este apartado hemos intentado mostrar que, al menos en parte, ese “corrimiento” responde a la presencia de elementos vinculados con la fantasía científica de estilo “masallero”, sus modos del debate, de disponer de voces, de construir sus posiciones de autoridad, entre otros.

Reflexiones finales

La puesta en relación de la perspectiva “masallera” sobre la fantasía científica y la alternativa imaginada por Varsavsky al estilo de desarrollo consumista permite una relectura de ambas propuestas. Queremos referirnos sintéticamente, en estos párrafos finales, a tres de los elementos que este ejercicio nos ha dejado como saldo.

En primer lugar, el recorrido que propuso este capítulo nos permite poner en entre dicho ciertas fronteras que usualmente tomamos como evidentes. Así, la porosidad del límite entre ciencia y fantasía parecería no ser sólo patrimonio del campo científico en estado “naciente” entre fines del siglo XIX y el siglo XX, sino también extenderse bastante más acá. Tal como indicamos al principio, entendemos que en buena medida Proyectos nacionales es un ejercicio de fantasía científica, el resultado de mirar el problema del desarrollo con ojos de “masallero”. Hemos encontrado pistas de ello en los modos de desnaturalizar las propuestas del desarrollismo mediante la presentación de otros mundos posibles, tanto en las formas de delimitación de utopías creativas como en la desestabilización de prejuicios a través del efecto de extrañamiento que ellas producían. La puesta en funcionamiento de estos mecanismos hace de Proyectos nacionales un libro extraño, casi bizarro, que sólo a regañadientes llamaríamos propio del campo experto del desarrollo. La propuesta de aquel texto no se fundaba en la garantía de verdad en sus fórmulas típicas. Por el contrario, cuestionaba la autoridad de ese punto de vista para proponer otro basado en una relación más creativa, incluso lúdica (¿literaria?) con el futuro. Es en este gesto que resuenan aún más fuertes, los ecos de Más Allá:

Y si no hay contraste entre la ciencia y la literatura es porque ambas están iluminadas por la prodigiosa y fascinadora luz de la fantasía. (“Poesía de la investigación”, 1954)

En segundo lugar, en virtud de las conexiones que encontramos entre ambas series (una de mediados de la década del cincuenta, otra de principios de la década del setenta del siglo XX), parecería provechoso preguntarse por los vínculos entre “épocas” que solemos estudiar como unidades más o menos dadas. Asoma, aquí, el escurridizo concepto de “generación”, como noción que nos permitiría, quizás, asir mejor el hilván (¿o la hilacha?) que une y separa unas “épocas” de otras. Hay formas de la experiencia, modos de abordar los problemas, formas del decir e incluso marcas estilísticas que, aunque no remiten a un modo uniforme ni homogéneo, sí configuran, en la dispersión y heterogeneidad que transita cualquier biografía individual o colectiva, ciertas regularidades. Queda pendiente, pues, un regreso sobre las múltiples teorizaciones alrededor de la cuestión “generacional”, para ver si no hay allí aspectos pasibles de integrarse a una indagación como la que aquí presentamos.

Finalmente, nos interesa subrayar que tanto Más Allá como Proyectos nacionales avanzaron en una crítica de la forma de vida burguesa, de la mentalidad consumista seducida por el confort. Se trató de una puesta en cuestión de los valores centrales tanto del capitalismo fordista-keynesiano como del posfordismo que estaba por venir. Los presupuestos y evidencias de ese mundo debían ser interrogados a partir de la proyección de otras alternativas societales. En este punto, se trata de planteos que adquieren vigencia en el marco de nuevas propuestas holistas como el Sumak Kawsay, que buscan, a partir del reconocimiento de ciertos valores trascendentes, rehuir a la lógica cuantitativista y alienada de la sociedad contemporánea. Volver sobre las memorias de aquella fantasía científica criolla y leerlas como práctica y pedagogía políticas permitiría construir otras filiaciones a estos debates actuales, más allá de la remisión (ciertamente mítica) a las comunidades originarias.

 

 

Bibliografía

*Imagen de portada: Tapa del primer número de la revista Más allá, junio de 1953.

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Instrucciones de citado en la versión PDF.

  1. La Fundación Bariloche fue creada en el año 1963 en la ciudad de Bariloche por un grupo de científicos de la Comisión Nacional de Energía Atómica. Luego de participar en una reunión de presentación del modelo de Meadows en Río de Janeiro en 1970, la Fundación organizó un grupo en el que científicos argentinos de diversas disciplinas (Amílcar Herrera, Carlos Mallmann, Hugo Scolnik, Jorge Sábato, Enrique Oteiza), así como otros colegas latinoamericanos (Celso Furtado) que se propusieron rebatir el argumento apocalíptico del Club de Roma.
  2. Varsavsky nació en Buenos Aires en 1920 y murió en esa misma ciudad en 1976. Tuvo una militancia juvenil antifascista que incluyó un viaje a Chile con el objetivo último de embarcarse al frente de batalla. También participó en la Federación Juvenil Comunista, de la que fue expulsado junto con Boris Spivacow por las sospechas que despertó al interior del partido la experiencia de vida “en comunidad” del denominado “grupo Aráoz”. Luego, sus intervenciones políticas no fueron orgánicas a ningún espacio, aunque participó en los Comandos Tecnológicos Peronistas junto a Rolando García. En el terreno profesional, en 1943 trabajó en el Laboratorio de Investigaciones Radiotécnicas de Philips, que se fue de la Argentina poco después de concluida la guerra, dejándole a Varsavsky un saldo de reflexión respecto de la dependencia tecnológica. Entre 1958 y 1959 formó parte del directorio de la Comisión Nacional de Energía Atómica. También sabemos que participó del INTI y del INTA. Respecto de su labor como profesor universitario, deben mencionarse sus actuaciones en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA (de la que fue estudiante, profesor, consejero por el claustro de profesores e integrante del Instituto del Cálculo de Manuel Sadosky), su paso por la Universidad de Cuyo, por la Universidad del Sur, por la Universidad Central de Venezuela, donde la huella de sus debates haya sido quizás más notable (Rietti, comp., 2007).
  3. Se respeta el uso de las mayúsculas de los textos analizados.
  4. También se lo denominó “Modernista” (Varsavsky & Calcagno, 1971, p. 122) y en 1974, “Empresocéntrico” (Varsavsky, 1974/2013, pp. 53 y ss.).
  5. Otras fuentes que apuntan en el mismo sentido son Rivera (2012), Scarzanella (2016, p. 105) y De Alto (2012). También en una entrevista realizada por Christian Ferrer, una de las hermanas Varsavsky, Edith, sostuvo que Oscar había sido el creador de la revista (ver Ferrer, 2007, p. 192). Sin embargo, Pablo Capanna, reconocido especialista en la ciencia ficción argentina, afirma que quien escribía en Más allá era Carlos Varsavsky (ver Capanna, 2007, p. 267). Por otra parte, Abraham en su trabajo de 2013 sobre Más allá, en virtud de entrevistas realizadas a un empleado (Ricardo Lanari) de Abril, no destaca para nada el papel de Varsavsky, aunque reconoce que era el hombre tras el pseudónimo de Abel Asquini.
  6. Por ejemplo: “la lectura de f. c. contribuye a nuestro equilibrio mental, despeja nuestros temores, nos brinda fuerzas y coraje para arrostrar el mañana. Por más que la fantasía nuestra o ajena pinte con colores terroríficos el mundo del porvenir […] nos arma y nos prepara a enfrentamos con lo que vendrá. A través de la f. c. el escalofrío del pánico se transforma en la emoción de la aventura, y la niebla cegadora del pesimismo se disuelve para que podamos ver un panorama; un panorama variable, pero concreto, y en el cual nosotros, como Hombres, encajamos” (“Encajamos en el provenir”, 1956).
  7. Esta expresión mantiene una sugerente  resonancia con la de “experimentación numérica”, nombre que recibió la propuesta metodológica de Holland, luego retomada por Varsavsky, a través de la que se podía analizar la viabilidad de distintos estilos de desarrollo mediante el uso de modelos matemáticos en los que se hacían correr diversas variables. Para una descripción más exhaustiva, sugerimos Grondona (comp., 2016).
  8. Sobre el estilo LUNAr, Varsavsky imaginaba: “En una colonia lunar, el recurso más escaso será tal vez el oxígeno, y por lo tanto se dará preferencia a los métodos que consuman menos oxígeno, aunque requieran más trabajo humano. Sin duda, en principio es posible reducir todo a unidades de trabajo, si así se desea. Un recurso escaso puede reemplazarse por otro si se trabaja y piensa lo suficiente”. (Varsavsky, 1971, p. 299).
  9. Por ejemplo: “sería conveniente que la revista se apartara de temas escabrosos, definidamente políticos, que la perjudiquen. No hay que ir precisamente ‘más allá’” (“Proyectiles dirigidos”, 1956b) o “no se tendría que sacar a relucir partidos políticos, tanto sea para alabarlos como para desprestigiarlos” (“Proyectiles dirigidos”, 1956c).
  10. Todo el argumento de Ciencia, política y cientificismo (Varsavsky, 1969) gira en torno del carácter necesariamente ideológico de la ciencia. Por su parte, en Proyectos nacionales se afirma: “Trataremos de estudiar este problema con la máxima objetividad posible, pero la elección del problema, y de los métodos de tratarlo, es un juicio de valor, está influida por una ideología” (Varsavsky, 1971, p. 9). Y más adelante: “No estamos en contra de la ideología –un Proyecto Nacional es ideología pura–, pero sí de que se intente introducirla de contrabando”, (ídem., p. 25; énfasis nuestro).
  11. Para analizar esta dimensión polémica, nos hemos inspirado en un texto clásico de Catherine Kerbrat-Orecchioni de 1980 (Kerbrat-Orecchioni, 1980). Asimismo, tomamos de Dominique Maingueneau la propuesta de poner en relación ciertos universos semánticos (los sentidos de “lo dicho”) y las escenografías enunciativas (formas y disposición de voces) en los textos analizados (Maingueneau, 2016).
  12. Este es el nombre que se daba a los lectores de la revista tanto en las secciones de correspondencia como en los editoriales.

Dra. en Ciencias Sociales (UBA) Investigadora del CONICET (IIGG-UBA/CCC)