Se ha señalado que las primeras décadas del siglo XXI se caracterizan por la difusión masiva de diversos discursos y prácticas centradas en el “yo” y que, en ese movimiento, los saberes psicológicos han desbordado ampliamente los saberes técnicos, convirtiéndose en un recurso de gestión de la persona presente en los más diversos ámbitos. La cultura masiva ha sido un ámbito particularmente central para la difusión de los saberes psicológicos en Argentina en la medida en que estos se han convertido en un recurso de aconsejamiento personal generalizado por medio de algunas versiones del psicoanálisis (Plotkin, 1999, y en este volumen; Vezzetti, 1999). El aconsejamiento psicológico, originalmente identificado con el psicoanálisis, ha sufrido un proceso contemporáneo de transformación y de acercamiento entre la psicología positiva –un término que no deja de ser ambiguo y polisémico pero que da cuenta de una serie de saberes sobre el yo que articulan el aconsejamiento en una clave de entusiasmo y pragmatismo– y el espacio más amplio de la espiritualidad y la autoayuda en lo que algunos han denominado como un movimiento o una sensibilidad Nueva Era (Carozzi, 2000). Términos como energía, conectividad o encontrarse con uno mismo han reemplazado, o al menos conviven con, otros tales como inconsciente, actos fallidos o represión, que anteriormente identificaban ciertas zonas del lenguaje público y cotidiano de los sectores educados de Argentina.
Este trabajo indaga en la difusión de los saberes destinados al consejo personal femenino en la revista Ohlalá, mostrando como las versiones masivas de un tipo de psicología centrada en el entusiasmo y la positividad se pliegan con la espiritualidad Nueva Era en una configuración que se extiende entre lo estrictamente psicológico, lo espiritual y lo moral. El trabajo analiza tanto los contenidos de la revista, particularmente los que están firmados por psicólogos o los que recurren a un experto autodefinido como psicólogo, como algunos usos sociales del aconsejamiento psicológico y espiritual en sus lectoras1.
Ese pliegue entre los saberes psicológicos y la espiritualidad Nueva Era no es algo nuevo ni exclusivo de Argentina: como movimiento nació en las décadas de 1960 y 1970 en la costa oeste de los Estados Unidos en el marco de los movimientos autonómicos y antiautoritarios que tuvieron su auge con las manifestaciones contra la ocupación de Vietnam, y que luego promovieron diferentes iniciativas contraculturales. La psicología positiva, que posee una historia compleja en los Estados Unidos, al menos desde el período de entreguerras, encuentra antecedentes en una matriz moral protestante centrada en el yo y en la autosuperación personal. Se destaca allí la figura de Norman Vicent Peale, pastor metodista con fuertes intereses en la psicología y el psicoanálisis, y promotor de éxitos editoriales y de los medios de comunicación de masas donde predicaba sobre el pensamiento positivo durante la década de 1940. También resulta significativa la obra de Dale Carnegie, quien fue autor de una gran cantidad de best-sellers sobre autoayuda, emprendimiento financiero y el éxito en los negocios. El arco del llamado pensamiento positivo se ha centrado en el desarrollo de las emociones como la felicidad, la alegría o el amor, el optimismo, la creatividad, la gratitud o la resiliencia. Más tardíamente tiene un antecedente en la denominada “psicología humanista” de Abraham Maslow y Carl Rogers, quienes a su vez han sido mencionados como referentes del movimiento de la Nueva Era.
En contra de la idea ampliamente difundida de que en la lectura de revistas femeninas solo se encuentra un recurso privado y asocial, o que es parte de una cultura opresiva que reafirma las relaciones desiguales de género (Erazo & Santa Cruz, 1980; Mattelart, 1977, 1982, 1983), mostramos las mediaciones que se ponen en movimiento como un dispositivo central en la construcción de un ideal de mujer que remodela el principio de autonomía femenina, llamando la atención sobre la posibilidad de abordar los saberes del yo desde un punto de vista descentrado que no asuma como dada la lógica jerárquica de lo alto/bajo o centro/periferia y, por lo tanto, de una perspectiva implícitamente centrada en los saberes expertos como un objeto de reflexión más legítimo. Sugerimos, en tanto, que la prioridad dada a las redes materiales y cognitivas que producen la individualidad, tal como las han descripto Michel Callon y John Law (1997), nos permite acceder al “desborde” de los saberes del yo como proceso central inherente a su circulación social, y no como una excepción o como una versión degenerada. Esa circulación, como es de esperar, no acompaña las esferas distintivas de nuestra separación ideal entre lo experto y lo lego, sino que recorre caminos que pueden ser reconstruidos suspendiendo una distinción que corre el riesgo de quedar demasiado adherida a la definición pública de los propios expertos y no a la complejidad del proceso y su eficacia social ampliada. En sintonía con lo que plantean algunos trabajos incluidos en este volumen, como por ejemplo el de Jimena Mantilla sobre las neurociencias en los medios de comunicación masivos, el del Ana Grondona sobre el desarrollo científico vinculado con la ciencia ficción y el de Soledad Quereilhac sobre la repercusión de los rayos X en la literatura fantástica y la prensa espiritista y teosófica, las formas de circulación no estrictamente expertas son un fenómeno en sí mismo que tiene su propia centralidad y una relevancia sociocultural de primer orden.
En general los estudios sobre saberes y tecnologías suelen centrarse en el espacio de la producción, con particular foco en el mundo intelectual o experto, sus disputas al interior de espacios específicos y su circulación en ámbitos relativamente restringidos. Otras veces incluyen la circulación social de saberes bajo la categoría de “divulgación”, en muchas oportunidades dándole a este término un sentido subordinado y periférico. En el caso de los estudios sobre los saberes psicológicos se suele considerar el mundo de las profesiones médicas o psicológicas, con particular énfasis en sus disputas y estrategias de legitimación, dejando de lado la dimensión más cotidiana, que incluye sus articulaciones con otros regímenes de gestión del yo, y, sobre todo, los usos que diferentes grupos sociales hacen de esos saberes y tecnologías, particularmente cuando circulan como productos de la cultura de masas. Esto posee una relevancia crucial en la medida que es allí, en esa red de circulaciones –y no en la perspectiva exclusiva de los saberes técnicos y los intelectuales–, donde pueden percibirse procesos de transformación cultural de gran escala.
En función de ello nos preguntamos: ¿Cómo se configura el aconsejamiento psicológico femenino? ¿Cuál es su relación con los “saberes expertos” y la cultura de masas? ¿Qué hay de nuevo en el discurso de empoderamiento femenino que esos saberes y tecnologías conllevan? ¿Qué relación guardan los usos de la revista con los estilos de vida de sus lectoras?
Para recorrer esas preguntas vamos a presentar una serie de elementos generales sobre el lugar de Ohlalá como un dispositivo del aconsejamiento femenino y de circulación de saberes psicológicos y tecnologías del yo en la cultura de masas. A continuación, analizamos el contenido de la publicación, atendiendo a regularidades en el componente psicológico y su pliegue con lo espiritual en el horizonte moral más amplio de la gestión del yo. Para ello, centraremos la atención tanto en aspectos del contenido como en los formales, es decir la política editorial, el estilo y el posicionamiento de las autoras y los autores de las notas. Finalmente haremos foco en dos lectoras puntuales de la revista, que la utilizan como un mediador de un estilo de vida contemporáneo emergente para retomar la discusión sobre los modos de circulación de los saberes del yo desde una perspectiva descentrada.
Una revista para la mujer de hoy
Ohlalá comenzó a publicarse mensualmente en 2008 dentro del grupo de revistas del diario La Nación. Con un estilo innovador, la revista contiene los tópicos clásicos de las revistas femeninas: la moda, la gestión de la familia, la maternidad y el hogar, así como también trata sobre cuestiones sentimentales. Sin embargo, respecto de la generación anterior de publicaciones femeninas, introduce innovaciones importantes que muestran un perfil de mujer diferente al que encarnaron clásicamente otras revistas semejantes. Dos aspectos centrales manifiestan una diferencia: el énfasis puesto en el mundo laboral y en la idea de una mujer independiente que, además de administradora del hogar, puede ser tanto una empresaria exitosa o una profesional en puestos jerárquicos. Otro tema que aparece explicitado es el de la sexualidad. En este último aspecto el lenguaje aggiornado a los deseos y la autonomía femenina en materia erótica se sintoniza con una sensibilidad más amplia de “sexualización de la cultura”, que pone al sexo en un lugar primordial de la agenda pública, y que promueve una sensibilidad postfeminista que fomenta representaciones de mujeres que se empoderan a partir de su agencia sexual (Illouz, 2014; Felitti & Spataro, 2018; Justo von Lurzer & Spataro, 2016).
A diferencia de otras revistas especializadas y que apuntan a un lector específico, como vemos por ejemplo en el análisis de la revista de ficción científica Más Allá que realiza Ana Grondona o la Revista Magnetológica analizada por Soledad Quereilhac en el presente volumen, las revistas para la mujer articulan el aconsejamiento psicológico –expresado de modos heterogéneos y en temáticas difusas que van desde la vida familiar, laboral o sexual– con otros géneros periodísticos tales como la nota de moda, la entrevista y una gran diversidad de secciones destinadas a temáticas específicas como la jardinería, la economía y las salidas de fin de semana. Este aspecto hace de la revista un objeto singular, donde resulta necesario leer transversalmente las referencias a la psicología como un código y no como un saber específico que aparece delimitado a un saber profesional. Esas referencias pueden aparecer en notas específicas en la sección “Calidad de vida” o en otras secciones no especificadas, firmadas por profesionales o por no profesionales credenciados, en un lenguaje técnico o en un campo semántico amplio referido al trabajo con uno mismo.
La revista está dirigida a un público femenino adulto joven, mujeres de entre 25 y 45 años, y tiene una tirada mensual aproximada de 70.000 ejemplares. El acceso es por medio de su versión en papel, adquirida individualmente o como parte de una suscripción al grupo de revistas del conglomerado. En 2013, por ejemplo, tuvo un promedio de ventas de 71.000 ejemplares, en febrero vendió casi 80.000 y en septiembre 67.000, constituyendo la segunda revista de este tipo más vendida en la Argentina después de Cosmopolitan (“Las revistas que dominan el mercado”, 2013), sin contar la publicación simultánea de su sitio web “Ohlalá: comunidad de mujeres”, junto con páginas de Facebook y Twitter que multiplican el acceso a sus contenidos vía internet y cuya accesibilidad resulta mucho más difícil de cuantificar. Desde su lanzamiento, ese perfil innovador era evidente en el tono con que se divulgaba. En 2008 se hizo una presentación en el Centro de Exposiciones de la Rural, en Buenos Aires, con un aviso que mencionaba a los “expertos” (sic) que escribirían en la revista: Lou Marinoff, autor del libro Más Platón menos Prozac; el actor y conductor Sebastián Wainraich; Esther Perel, sexóloga y autora del best-seller mundial Inteligencia erótica y panelista en el programa de TV estadounidense The Oprah Winfrey Show; el personal trainer Felipe Villamil y la astróloga Ana Vilsky. Se señalaban también nombres de periodistas y cronistas reconocidas, tales como Josefina Licitra, y dos bloggers que acompañaban el boom de la escritura íntima en las redes digitales del momento. Este recorte invitaba a una lectora ideal que empatizaba con estas figuras y, al mismo tiempo, connotaba el estilo que sería la marca distintiva de Ohlalá: notas sobre moda, nuevas tendencias y estilo de vida femenino con aconsejamiento personal por “expertos” de diferente índole y cierto barniz cultural con notas dedicadas a la música o la literatura. El formato periodístico y la presentación de la revista, su diseño innovador pero fresco y la utilización de colores contrastantes le dan una impronta que produce diferencias importantes respecto de otras revistas femeninas más centradas en temáticas tradicionales y con menos riesgo estético. Asimismo, existen diferencias sustantivas con el mundo de las revistas femeninas anteriores, tales como Para Ti, publicada desde 1922 –con diferentes perfiles en función de transformaciones socioculturales durante todo el siglo XX–, Vosotras, que salió al mercado en 1935, o aún Claudia, considerada como el paradigma de la modernización en las revistas femeninas durante la década de 1960.
El análisis de las publicaciones femeninas de masas, en el formato magazine, reconoce tempranamente en Para Ti el antecedente sustantivo de un proceso de modernización femenina en el período de entreguerras que emergía en un contexto más amplio de productos culturales de masas para la mujer que incluían el aconsejamiento y las temáticas del yo como un modelo de educación en torno a los “sentimientos” (Sarlo, 1985). Allí, como señala Paula Bontempo (2011), se percibe por primera vez la emergencia de saberes y estilos de vida dedicados a lo femenino en un contexto de acceso relativo al mercado de trabajo, pero caracterizados por una fuerte impronta en un modelo de “mujer moderna” y de familia que mantenía el modelo jerárquico y de pasividad de la vida doméstica. La revista, que tenía la particularidad de estar producida por mujeres para mujeres, narraba en tono intimista, divulgaba servicios varios para la gestión doméstica, saberes psicológicos y médicos; retrataba a mujeres anónimas vestidas de manera casual, haciendo deportes o paseando por escenarios urbanos; publicaba crónicas o ficciones de escritoras estadounidenses reconocidas; daba recomendaciones de cuidado estético, e impartía un modelo de mujer que aspiraba al estilo de los sectores medio-altos. El correo sentimental y el aconsejamiento personal se destacaban como secciones particularmente significativas (Bontempo, 2011: 143).
La década de 1960, en el contexto de un importante proceso de modernización cultural, había visto emerger diferentes publicaciones masivas con elementos de una psicología popularizada. El clima cultural, favorecido por la inmigración de posguerra, mostró diferentes emprendimientos modernizadores en distintos campos. En el mundo editorial de las revistas resultó central la editorial Abril, fundada por el emigrado del fascismo César Civita. En el campo estético e intelectual, descollaron emigrados como el sociólogo Gino Germani y la fotógrafa Grete Stern, responsables de la columna “El psicoanálisis le ayudará” en la revista de fotonovelas Idilio. Algunos de estos personajes resultaron paradigmáticos referentes de publicaciones destinadas a la difusión popular de saberes psicológicos (Plotkin, 1999; Vezzetti, 1999). Mientras la línea editorial de Para Ti se había desplazado desde su espíritu innovador inicial hacia posiciones más convencionales en el lugar de la mujer (Wainerman, Jelin & Feijoó, 1983), en el período se consolidó Claudia, una revista que, sin romper con los valores dominantes de una zona educada de las mujeres de sectores medios urbanos que la leían, condensó un espíritu transformador que estaba en sincronía con los cambios culturales de la época no sólo en Argentina, sino incluso en otros contextos latinoamericanos (Felitti, 2017). Como señala Isabella Cosse (2011), hacia el comienzo de la década de 1970, la revista renovó el lenguaje del magazine femenino con un foco en nuevos valores de familia y de mujer identificada con la apertura cultural –como parte de un proceso de ampliación del acceso de la mujer al mundo público–, una mayor participación femenina en el mundo laboral y un grado de instrucción mayor a las décadas precedentes. Sin embargo, la radicalización política y el autoritarismo del final de la década cerraron ese nuevo ciclo en las publicaciones de masas para la “mujer moderna”.
La apelación a lo “moderno” y lo “actual” son elementos que reaparecen en Ohlalá. Sin embargo, su sentido adquiere características diferenciadas. Asociadas a esos términos, en la revista se manifiestan discursos y prácticas sobre la femineidad centradas en la autogestión y en el crecimiento personal, recursos que resultan innovadores en tanto las nuevas revistas femeninas, en sintonía con lo que señala Angela McRobbie. Esta autora refiere que una corriente de nuevas revistas que en las últimas décadas han dejado de lado la pasividad femenina y subrayan la búsqueda del placer. En contraste con otras revistas más clásicas dedicadas al público femenino, promueven una imagen de la mujer emprendedora, libre y creativa. Esta imagen presenta tanto continuidades como rupturas respecto de las imágenes femeninas promovidas por las revistas más clásicas en Argentina. Se percibe un nuevo espacio que disputa el lugar de la mujer como un rol subordinado a los hombres y que muestra la centralidad de una mujer empoderada y emprendedora con un fuerte énfasis en el lenguaje de la autoayuda (McRobbie, 1999, 2000).
Ohlalá es una de las revistas femeninas de más éxito en la última década, y constituye un ejemplo singular para analizar este proceso en la medida que representa un espacio “actualizado” y “contemporáneo”, que incorpora un lenguaje y temáticas vinculadas con nuevos estilos de hablar del “yo”. Si las revistas de la década de 1960 utilizaron versiones populares de la psicología como un saber y una tecnología que ponía énfasis en una mujer autónoma que estaba en tensión con los modelos más tradicionales de la vida laboral, familiar y sexual, nos interesa indagar ahora en algunos de los rasgos distintivos de Ohlalá en este respecto: esto es, en qué medida continúan y se diferencian de aquellos. La sección sobre “calidad de vida” de la revista, firmada por psicólogas y especialistas en relaciones humanas y espiritualidad, es un espacio privilegiado para analizar esa dimensión del aconsejamiento personal y los usos de los saberes psicológicos. Como veremos a continuación, ese saber, clásicamente identificado con el psicoanálisis y sus versiones populares (Plotkin, 1999; Vezzetti, 1999), se ve atravesado por una serie de diferentes recursos psicológicos de nueva índole que se concentran en la psicología positiva, el entusiasmo, el emprendedorismo y la espiritualidad.
Entre la psicología positiva y la espiritualidad femenina
La presencia de aconsejamiento personal es un rasgo general de la revista, que no puede localizarse exclusivamente en su sección “Calidad de vida”. Sin embargo, esta sección condensa intervenciones sobre temas muy diversos como el cuerpo y el cuidado personal, la sexualidad, la alimentación, las relaciones laborales y las relaciones afectivas que resultan de particular interés. El tipo de psicología que se reivindica no es exclusivamente la que se concentra en la vida individual, sino en un modo de subjetividad que tiene que establecer vínculos y “romper” con lo estructurado, lo que encierra a las mujeres sobre sí mismas y les impide progresar y desarrollarse. El tema del crecimiento personal es clave, incorporando a la familia y los afectos, el mundo laboral y la sexualidad en una tecnología del yo que debe ser pragmática y flexible.
Una nota titulada “Largá el control” resulta ser paradigmática de la tensión entre lo estructurado y bloqueador de la felicidad, por un lado, y lo libre y fluido que la favorece, por el otro. Recurriendo a la consulta con la psicóloga experta Inés Dates, se sostiene que “…a veces, lo perfecto es enemigo de lo bueno, pero también de lo posible. Por eso, la clave es confiar y dejarse sostener, transitar el caos y bajarle el telón a la mujer orquesta” (Castagnino, 2015: 14). El discurso de Ohlalá apunta a una mujer que ya está empoderada y que, en muchos casos, es una profesional independiente y sexualmente libre. La respuesta a esa situación de aflicción contemporánea resume buena parte del imaginario de lo que una mujer debe hacer para “estar mejor”: relajarse, dejar pasar, reconectarse con los otros, reestructurar las relaciones en la vida cotidiana para poder sobrellevar un estilo de vida hiperindividualizado y exitista. La nota describe del siguiente modo el exceso de “control” como un mal de época:
Sí, a vos te hablamos, freak controller. A vos, que en el fondo no confiás en tu pareja y estás todo el día a puro mensajito haciéndote un interrogatorio digno de Interpol sobre sus actividades cotidianas. A vos, que, con tal de que las cosas se hagan como vos querés en tu trabajo, acaparás TODO con la (falsa) excusa de que nadie puede hacerlo como vos. A vos, que sentís que en tu casa (y en tu vida en general) todo depende de vos –los horarios de los chicos, que la heladera esté llena, las cuentas pagas y la ropa planchada […] ¿Quién no se sintió alguna vez así? ¿Con esa sensación extraña de que si las cosas no pasan por nuestro filtro e inspección, no son buenas o valiosas con esa angustia y enojo que sobreviene cuando los demás no responden o actúan como nosotras queremos que lo hagan? (Castagnino, 2015: 141)
Y luego continúa:
Nadie dice que controlar sea necesariamente malo –nuestra mente lo hace todo el tiempo, también como una forma de hacernos sentir eficientes y conectarnos con la acción y el ego bien entendido–. Pero el desafío pasa por no tomar de manera tan literal las presentaciones que nos hace nuestra conciencia cuando estamos en estado de alarma –para ella, ahí todo es blanco o negro, todo es perfecto o un desastre total– y empezar a escuchar esa vocecita interna que te susurra: “Ya está, ya hiciste suficiente. No hace falta nada más. ¡Aflojá, mujer orquesta! Y, entonces, quedate en el molde. Y recibir el flujo y la energía de lo que pasa. Y ver qué pasa. Quizá el mundo pueda seguir girando sin que vos le estés TAN encima. (Castagnino, 2015: 141)
Una nota incluida en esa sección se refiere, por ejemplo, a “El poder del elogio”. A partir de otra consulta a la mencionada psicóloga Inés Dates, se describe la importancia de “decir cosas lindas” como un modo “conectarnos” con los otros: se trataría de tener “gratitud” en aceptar la generosidad ajena. Recomienda convertirse en un “agente de expansión” y contagiarse con los elogios, produciendo un ambiente de equilibrio, amabilidad y motivación en el entorno, sobre todo en el trabajo. Además, la nota recomienda utilizar el elogio y el halago –aunque sin abusar y cuando uno realmente lo sienta como verdadero– con los hijos, para que ellos mismo puedan auto-elogiarse y sentirse más seguros de sí mismos (Castagnino, 2013: 202). En la misma sección, en una nota en la que se consulta a la psicoterapeuta transpersonal Ana Inés de Avruj y a la arquitecta Monique Dumoulin, se presenta la “psicogeometría” o la “geometría sagrada”. Se promueve la participación en un taller vivencial de psicogeometría en el que se aprehendería a “jugar con las formas, las imágenes y las estructuras”, lo que produciría cambios y transformaciones en la vida, “despertando la conciencia”. En la nota se insiste que lo “cuadrado” lo “enroscado” es tanto una forma geométrica como una forma de vida, y que con la geometría aprendemos a vivir mejor, siendo más libres, más fluidos. Hay formas que nos encierran y formas que nos liberan, afirman las expertas consultadas, y recomiendan ordenar el entorno, cuidar el ambiente que nos rodea con formas fluidas que nos ayuden a encontrar el “centro” y la “verdad” de cada uno y evitarlas formas descuidadas, que conducen a “un laberinto lleno de límites y de paredes”, que influyen en una vida confusa y perturbadora (Chueke, 2013). En ambas notas se hace referencia a expertos en psicología. Sin embargo, su foco está puesto en actitudes positivas, la reconexión con los otros y la conexión con uno mismo, incluso en términos espirituales.
El tema del optimismo y el autocontrol de las emociones perjudiciales resulta significativo en la medida en que ello puede traer consecuencias para el propio bienestar personal e incluso para construirse como mujeres plenas. En “El poder del pensamiento: ser optimista vale la pena”, el psicólogo Santiago Gómez, director de Decidir Vivir Mejor y del Centro de Psicología Cognitiva, subraya que existe “evidencia científica” de que hay más hechos positivos que negativos y que, por lo tanto, lo que se imagina de forma catastrófica suele no ocurrir en la realidad. Por ello, pensar en modo negativo activa emociones que producen malestar y perturbación permanente (Gómez, 2014). En “Libérate de tus miedos” (Castagnino, 2014c), nuevamente con la consulta a la psicóloga Inés Dates, se describe como el miedo y los pensamientos negativos pueden “interponerse” en la realización personal. Una “función cerebral” localizada en la “amígdala cerebral”, que permite una lectura de lo que resulta amenazante, se informa, puede salvarlos del peligro o bloquear un desafío. La nota sugiere una serie de recomendaciones para superar los miedos y animarse a ser una “ganadora”: buscar la motivación y atesorarla, encontrar la oportunidad, tratar de imaginarse como una va a sentirse después, ponerse entre la espada y la pared, buscar compañía y contagiarse del entusiasmo y la valentía, y celebrar cuando salga exitosa. En suma, las emociones de miedo no deben evitarse, sino aprender a convivir con ellas para asimilarlas y poder enfrentarlas. Sobre todo, mantener el control para que la emoción negativa no desborde y las mujeres pierdan la autonomía. La autoconfianza es un tema más que recurrente.
La pareja y la familia también constituyen temas para una psicología positiva y relacional en una nota titulada “Amate para poder amar”, también con la consultoría de la ya conocida psicóloga Inés Dates. Allí se indaga en ejercicios de observación para conocerse a una misma a partir de las diferentes parejas de cada una; es decir, entender a la pareja como un recurso de “desarrollo personal” y conectarse con los sentimientos y las relaciones positivas, incluso mostrarse más vulnerable y menos omnipotente, para fluir más con las relaciones (Castagnino, 2014a). Las relaciones familiares también son foco en la nota “Cómo llevarte mejor con tu viejo” (Esses, 2014). En base a la consulta con la médica pediatra Mabel Ugarte, terapeuta familiar, experta en herramientas sistémicas y constelaciones familiares, se sugiere conocerse a sí misma, sacar a los demás del medio y focalizarse en agradecer. En ambos casos el conocimiento personal es simultáneo a una concepción relacional de reconocimiento del otro como un vehículo de cambio y de relaciones más armónicas.
Las relaciones laborales no quedan excluidas de la gestión psicológica del yo. Con la consulta a Eribel Culliari, psicóloga especialista en desarrollo organizacional de recursos humanos, en “Medí tu éxito laboral” (Maurello, 2014) se promueve que parte del éxito es resultado de un balance y de una reflexión sobre una misma que permita “modificar pensamientos y conductas” para que ese camino profesional no sea una consecuencia del destino sino resultado de “tomar las riendas”. El tema del trabajo y la promoción del autoconocimiento y las relaciones flexibles y desestructuradas reaparece en el lenguaje de la “conciencia” y aun de la “espiritualidad”, tal como se sugiere en las notas tituladas “¿Qué es el capitalismo consciente?” (Castagnino, 2014b) y “Budismo en el trabajo” (Simond, 2014a). En la primera se describe un paradigma de producción que propone el trabajo y el liderazgo cooperativo, es decir un modelo en red que no se concentre en la responsabilidad individual –lo que lleva al estrés y a la generación de modelos autorreferentes–, sino a una práctica laboral compartida y distribuida. La nota se refiere a los valores individualistas como “pasados de moda”, incluso identificándolos con las políticas neoliberales de Margaret Thatcher y Ronald Reagan, y a la necesidad de un “cambio de paradigma”, vinculándolo con un movimiento surgido tanto en India, con influencia del hinduismo, como en los países desarrollados occidentales. Los pilares del liderazgo colaborativo son: alinear, potenciar, servir y colaborar como recurso para alcanzar un desarrollo centrado en el bienestar personal, el medioambiente y la vida comunitaria como tres instancias que no pueden escindirse. La misma concepción holística aparece en la segunda de las notas mencionadas. Con un subtítulo sugerente, “Del Management al karma”, la nota se concentra en la importancia de algunos principios de la espiritualidad budista, como inspiradores de cambios en los modos de trabajar en las sociedades contemporáneas. La nota incluye una entrevista a Geshe Michael, un monje budista de origen norteamericano que mezcla psicología positiva con budismo tibetano, y que visitó Buenos Aires con cursos y retiros sobre emprendedorismo y el éxito empresario.
Esta mirada, que enfatiza lo estrictamente espiritual, tiene, sin embargo, fronteras borrosas con lo psicológico. Si bien todas las notas mencionadas refieren a expertas en psicología, existen otras que se concentran en saberes y tecnologías de especialistas espirituales. Lo más significativo es que, si bien los saberes suponen una diferencia, en realidad sus objetivos están al servicio de los mismos fines, y los valores que se movilizan están en una relativa semejanza formal. El tema de la gestión del yo para una vida más flexible, menos tensa y con más adaptabilidad complementa el lenguaje de la psicología positiva con el de una espiritualidad al servicio de la mujer contemporánea.
En ese sentido, la nota intitulada “Cortá con el drama” (Elizalde, 2014), presenta a Rajshree Patel, maestra de meditación y de técnicas de respiración, quien asegura que “el cambio que buscas está en salir a la acción”. Rajshree, inspirada en las enseñanzas de la Fundación neo-hinduista El Arte de Vivir, toca temas semejantes a los referidos con anterioridad: los miedos, las emociones que bloquean la acción, la inercia de la vida cotidiana, la necesidad de conocerse a una misma, la conciencia de los otros y el “despertar”. Se subraya la idea de que las mujeres son muy duras consigo mismas y que es necesario “desdramatizar”, para ello hay que “dejar de pensar” y “trabajar el silencio interior”, meditando o encontrando un momento para “bajar”. La nota insiste en el pensamiento como una operación mental, incluso cerebral, que puede irse de control y producir inacción y una sensación de desenfoque, lo que tiene consecuencias fuertes en el bienestar personal.
La meditación y ese trabajo con una misma es resultado de una decisión personal, de un acto positivo que tiene que darse por un cambio de vida. Esa idea del “despertar”, del “darse cuenta”, puede surgir a partir de un momento crítico y de sufrimiento o padecimiento. Sin embargo, contra la idea de regodearse en el sufrimiento se fomenta la actitud positiva, alcanzada por medio de la psicología o la espiritualidad. “La crisis nos ayuda a despertar” (Simond, 2014b) es una nota que incluye una entrevista a la documentalista Danisa Perry, quien analiza el cambio de época y la emergencia de una “cambio de conciencia” en una película que realizó luego de una crisis vital donde había perdido todo su dinero y había sido abandonada por su marido. La nota describe la experiencia de Perry y muestra cómo la crisis personal, al mismo tiempo que incluyó la consulta a una especialista del universo médico-psicológico, generó, también, una práctica espiritual:
Sentía una vibración en todo el cuerpo y pensó que estaba enloqueciendo. No quedaba otra. Escéptica por naturaleza, llamó a un amigo para que le recomendara un psiquiatra y reservó un encuentro para el día siguiente: ¿Qué hago de nuevo en pie? ¿Quién me levantó del suelo? Esto que siento ¿Qué es? Se preguntaba. Y llegó a su turno de terapia desconcertada. Al atravesar la puerta, la especialista miró por encima de su cabeza. ¿Qué mira? Pensó. Estoy viendo tus seres de luz que tienen un mensaje para darte –¡le dijo la psiquiatra!– “Que todavía no es tu hora, que tenés que completar tu misión”. Entonces, todas sus estructuras racionales se desvanecieron y sintió que se abría una compuerta a un mundo desconocido que invitaba a un nuevo camino. (Simond, 2014: 77).
Este breve fragmento de la experiencia de Perry ejemplifica tres cuestiones. Primero, el pliegue entre psicoterapia y espiritualidad, tema recurrente en la publicación; en segundo lugar, el problema del testimonio personal de transformación como un género en sí mismo que denota la centralidad del yo; en tercer lugar, la idea de que una “crisis es una oportunidad”. La consecuencia de ese proceso fue un documental con entrevistas a maestros espirituales: un lama tibetano, una neo-shamán y una serie de consejeros centrados en la idea del cambio interior, que contribuyen a la película con diferentes miradas sobre cómo las crisis son disparadores de cambios vitales.
Estos fragmentos son solo algunos ejemplos rápidos de un volumen de notas, sugerencias y entrevistas que articulan la psicología positiva con la espiritualidad como parte de un trabajo sobre la persona que extiende temas más clásicos de la psicología positiva y la autoayuda. El stress, la depresión y la autoexigencia son males contemporáneos que pueden gestionarse con una reflexión sobre una misma y un trabajo que es tanto un esfuerzo por el autoconocimiento como un proceso de reconexión con el medio ambiente y con el entorno familiar, laboral o afectivo.
El lenguaje de la energía, las relaciones de reconexión y la crítica al egoísmo, entramado con el de la psicología positiva y también con versiones populares del discurso neurocientífico –aspecto analizado con detalle en el trabajo de Mantilla incluido en este volumen– conforma en la trama discursiva de Ohlalá un mensaje moral clásico. Seguramente muchas de las editoras –y algunas de sus lectoras– lo llamen “espiritual”, pero, sin embargo, encaja con una forma de entender el mundo y a las personas que lo habitan como una trama cósmica que no está librada al azar. Ese aspecto es sustancial, porque muestra que la vida contemporánea, al menos la de una zona bastante extendida de las personas educadas de las clases medias, continúa entendiendo su mundo como una red vinculadas por fuerzas invisibles. Estas fuerzas no necesariamente están ancladas en categorías estrictamente religiosas, pero se fusionan con el lenguaje del descubrimiento personal y de la “conexión energética”.
Como vemos, hay una serie de elementos en común que atraviesan la sección “Calidad de vida” de la revista Ohlalá, más allá de su foco en los saberes de la psicología positiva o de la espiritualidad. Como ya mencionamos, el foco en la flexibilidad en las relaciones no conflictivas y en el trabajo con una misma como un vehículo de mejoramiento personal son elementos en común que confirman viejos temas de la literatura y la narración femenina de masas (Sarlo, 1985: 12; Radway, 1984). Sin embargo, en la publicación que nos ocupa se desarrolla con un lenguaje novedoso, adaptado a una felicidad de mujeres idealmente autónomas, independientes, sexualmente emancipadas y con trayectorias laborales exitosas. Los saberes expertos de la psicología positiva adquieren la especificidad del aconsejamiento para temas de afectos, familia, trabajo o la vida cotidiana. Autorizados en el conocimiento vivido como científico de una psicología basada en la evidencia, a veces incluso en el discurso de la mente y el cerebro, esos saberes se legitiman también en base al testimonio personal y la historia de vida como garantía de la eficacia. Eso sin que, por ello, dejen de desplazarse hacia la espiritualidad en la medida en que esta contribuya, por medio de prácticas como la meditación y el vínculo con fuerzas invisibles, a un horizonte moral común centrado en el fluir, el aceptarse a una misma y el ser emprendedoras.
Una mirada sobre las lectoras
¿Qué es lo que las lectoras de la revista hacen con la revista, y qué es lo que la revista hace con las lectoras? Entendemos a la relación de las lectoras con la revista no sólo como un uso exclusivo que puede reducirse a su lectura, sino como una trama de relaciones en donde el magazine es un elemento más, entre otros. En este sentido nos resulta útil pensar su circulación en la vida cotidiana como una red de otros saberes y tecnologías, personas textos y artefactos, que configuran una composición de relaciones (Callon & Law, 1997: 170; Callon, 1986), y que hacen a la construcción de una corriente de la subjetividad femenina contemporánea. Algunos modos de vincularse con la revista pueden decirnos algo sobre un proceso que no se restringe a la apropiación unilineal de sus contenidos ni a un uso puramente recreativo.
Para dar cuenta de ese continuum, voy a seleccionar dos ejemplos provenientes de entrevistas realizadas a lectoras de la revista que muestran posiciones diferentes en los modos de vincularse con Ohlalá en general, y con la sección de aconsejamiento personal en particular. Es particularmente interesante subrayar que las lectoras fueron seleccionadas en base a dos criterios. Desde el punto de vista socio-morfológico, las entrevistadas conforman una red extensa de vínculos formales e informales. Muchas de ellas poseen vínculos de afinidad social, amistad o parentesco de primer o segundo orden: son hermanas, primas, cuñadas, amigas, vecinas o compañeras de trabajo. El rango etario va desde los 30 a los 45 años, y su lugar de residencia es la zona norte de Ciudad de Buenos Aires, con particular preeminencia en los barrios de Palermo y Colegiales. Al mismo tiempo, las entrevistadas fueron seleccionadas en la medida en que compartían algún tipo de sensibilidad común con respecto al uso de psicoterapias y al consumo de productos culturales de aconsejamiento psicológico y/o espiritual contemporáneo. En cierto sentido, como señala Eva Illouz, el grupo de entrevistadas comparte, en diferentes grados, un estilo de vida o una experiencia cultural común de “una narrativa terapéutica de la personalidad” (Illouz, 2010: 220).
Cursos de meditación, grupos de constelaciones familiares, sesiones de búsqueda del “animal de poder”, diez años de psicoanálisis y un cambio reciente por un psiquiatra con un enfoque experimental a medio camino entre la Gestalt y la Nueva Era son algunos de los recorridos de “crecimiento personal” de Fernanda, una productora de medios audiovisuales de 32 años, que está suscripta a Ohlalá. Por ejemplo, señala que:
Para mí la revista es algo que siempre anda por ahí. Me gusta, la uso para enterarme de cosas, la miro, la guardo por un tiempo, después la tiro. Pero siempre saco algo útil, una reflexión, una entrevista con alguien interesante. Por ejemplo, hace poco encontré una sobre parto humanizado, sobre pedagogías alternativas, otra que me acuerdo era sobre mercados orgánicos. También temas de tendencias, moda, esas cosas, pero menos. Me entero de charlas, de eventos, del mercado orgánico por ejemplo, eso lo vi en la revista, y me fui a dar una vuelta. Me interesa particularmente esa parte porque siempre encuentro algo sobre meditación, sobre un estilo de vida para una mujer “consciente”. (Entrevista a Fernanda, 2017)
Para Fernanda, la lectura de la revista es muchas cosas a la vez. Se trata, en primer lugar, un pasatiempo y una distracción, pero también un recurso de acceso a charlas, entrevistas, eventos. Fernanda entiende que Ohlalá es un espacio de difusión de una serie de novedades o de eventos a los que no accedería sin leer la revista. Se enteró de un proyecto de comida orgánica y de meditación en la provincia de Buenos Aires por medio de la revista y también de Mia Astral, una conocida astróloga, quien combina la lectura de los astros con la psicología positiva y el coaching ontológico. Fernanda se declara particularmente interesada en la sección “Calidad de vida”, un espacio que siempre la mantiene al tanto de técnicas novedosas y de experiencias que la ayudan a mantener su “búsqueda” de prácticas, eventos o libros vinculados al “camino de crecimiento personal”.
La revista es, además, un espacio de identificación con algunos presupuestos como por ejemplo la idea de “mujer consciente”. Ese término da cuenta de un código común que muestra una afinidad entre algunos de los supuestos de los saberes del yo y la experiencia cotidiana de algunas de sus lectoras. No cabe duda de que existe una gran mayoría de lectoras del magazine que no reparan ni en el tono, los contenidos ni en los recursos que Ohlalá difunde. Pero por el otro lado, también es cierto que habla un lenguaje de época. La trayectoria de Fernanda, así como su descripción de sí misma, dan cuenta de un mundo relativamente común en el que las notas antes descriptas adquieren un sentido pleno.
Entre otras cosas, Fernanda destaca que algunos de los testimonios en las historias de vida son ejemplos de “mujeres emprendedoras” que “encontraron un camino consiente”, con los cuales ella puede identificarse por compartir “búsquedas” afines, lo que tiene que ver con un trabajo sobre sí misma, el cuidado de las relaciones íntimas y una conexión con la naturaleza que se manifiesta, por ejemplo, en prácticas alimentarias “sanas”. A partir de algunos conflictos en el trabajo y en la vida familiar, el recorrido de búsqueda de bienestar en la gestión de sí misma llevó a Fernanda a buscar en la figura de un psiquiatra heterodoxo que utiliza la meditación y técnicas psicológicas sistémicas, tales como las constelaciones familiares, un espacio “terapéutico”. Fernanda valora positivamente que una revista femenina se dedique a esos temas y, aunque reconoce que, en algunos casos, las notas son “superficiales”, percibe ese interés en el “crecimiento personal” como un “signo de los tiempos”, como un signo de que algo está cambiando.
Si bien esta breve referencia a cómo Fernanda se vincula con Ohlalá nos muestra un uso más o menos sintonizado con la propuesta de la revista, existe toda una variedad de lectoras que suponen modos muy distintos de vincularse con esa propuesta. Otra de las mujeres con las cuales charlamos sobre el lugar de la revista, Mariela, bastante representativa de una sensación general que percibimos en nuestras entrevistas, se refería a Ohlalá como una revista “boba”, a la que usaba, sobre todo, para distraerse y estar al tanto de cosas que pasan. Mariela es diseñadora y modista. Tiene un taller en su casa de Colegiales, y recuerda haberse suscrito a Ohlalá desde que apareció a fines de la década de 2000. Lee la revista “de punta a punta” apenas le llega, pero pasa rápido por las notas de “Calidad de vida”, una sección que le parece superficial. En realidad, reivindica la posibilidad de informarse sobre tendencias de moda o de diseño, así como de algunas novedades:
Yo leo la revista entera, las tengo todas. Pero esa parte más de estilo de vida, sobre meditación, que entrevistan psicólogas que te dicen que relajes, sueltes y que seas positiva… no sé, me parece un poco ingenua. Yo soy una persona muy psicoanalizada, incluso tuve una etapa muy espiritual, pero no busco eso en Ohlalá. No te voy a negar que lo leo, a veces algo me llama la atención. Pero yo me lo tomo más en serio eso, prefiero ir al terapeuta o leer algún libro que me ayude, no tanto lo que trae la revista. (Entrevista a Mariela, 2017)
Para Mariela, que simultáneamente se identifica como psicoanalizada y espiritual, la psicología de masas de Ohlalá no es un recurso de su vida cotidiana. No rechaza las tecnologías psicológicas, de hecho va una o dos veces por mes a un psicólogo con un enfoque ecléctico que mezcla algo de psicoanálisis con terapias breves y, al recordar su trayectoria de prácticas terapéuticas, se refiere a que, aunque actualmente está muy tranquila y bien con sus dos hijos y su marido, y que con ellos “tiene mucha contención”, en un período más joven en su vida necesitó mucho apoyo. Cuando era más chica, cuando todavía no estaba casada, tuvo momentos personales muy críticos donde leyó mucho a Paulo Coelho y libros de metafísica. También consultó durante muchos años un terapeuta de reiki. De todos modos, y a pesar de declararse como alguien que puede recurrir a algunas de esas experiencias eventualmente, considera que Ohlalá trata esos temas con cierta superficialidad.
Tanto Fernanda como Mariela muestran dos polos de lo que algunas lectoras pueden hacer con la revista. Estas imágenes sobre los usos de la revista muestran una sinergia con estilos de vida que, si bien pueden ser leídos en su heterogeneidad, también pueden ser interpretados en algunos elementos generales. Dentro de trayectorias personales donde tanto la psicología positiva como los discursos y las prácticas de la autoayuda y la espiritualidad tienen una presencia relativamente importante, como en el caso de Fernanda, los saberes psicológicos de masas de la revista pueden funcionar como mediadores que permiten expandir esas experiencias. En realidad, el contacto con algunas de sus lectoras nos muestra una oscilación entre ambos polos. Estos se encuentran no solo encarnados en diferentes personas que utilizan de modos diversos la revista, sino en las mismas personas que, en contextos diferentes, pueden pasar de cierta sintonía con la ideología de la autoafirmación y el empoderamiento personal, a un uso pragmático de la revista y una crítica despiadada e irónica a sus secciones de aconsejamiento. En este sentido, resulta muy importante lo que, en un ensayo sustantivo sobre el tema, Paul Lichterman denominó thin culture (Lichterman, 1994) para referirse a la circulación no necesariamente identitaria y no absolutamente cohesiva de la psicología de masas, la lectura de autoayuda y la audiencia de shows televisivos centrados en el desarrollo y el mejoramiento personal. El ejemplo de Mariela muestra que ese uso irónico no supone necesariamente una distancia total y absoluta con los saberes de la psicología de masas, la autoayuda y la espiritualidad.
Si nos arriesgásemos a reflexionar sobre las condiciones sociales y culturales de esa circulación, podríamos sugerir que las décadas recientes muestran un proceso de transformación cultural en las representaciones de lo femenino que bien pueden ser pensadas en simultaneidad con cambios más generales en el mercado de trabajo, la organización familiar y procesos de autonomización en las relaciones de género (Jelin, 2010; Wainerman, 2005). No es difícil, entonces, pensar que esas imágenes asociadas a la gestión del yo femenino estén en concordancia con un lenguaje contemporáneo de expresividad de las emociones, actitud positiva y la búsqueda de relaciones equilibradas y no conflictivas en el entorno familiar y laboral. Sin embargo, a diferencia de lo que aparece como un modelo de autonomización más clásico en el rol de la mujer, el horizonte cultural en el que la revista Ohlalá circula –y del que es tanto un portador de contenidos como un mediador en sí mismo–, promueve una gramática del individuo que, sin negar el énfasis en el emprendedorismo y la autogestión, sostiene un modelo relacional de reconexión con el entorno. Ciertamente, es tal vez debido a ese proceso que los viejos y nuevos lenguajes de la espiritualidad, un modelo relacional por excelencia, se articulan con el tono psicológico del aconsejamiento femenino tradicional.
Reflexiones finales
Más allá de las recomendaciones psicológicas y espirituales de superación personal que presenta como mecanismos tendientes a una mayor relajación y felicidad, Ohlalá ofrece un ejemplo de éxito personal y promueve a las mujeres que se han embarcado en iniciativas de autonomización afectiva, sexual y laboral. Es importante subrayar que muchas de sus lectoras son mujeres que ya vienen de trayectorias de empoderamiento y autonomización. Ohlalá les habla a profesionales independientes y empresarias. En ese horizonte la consigna de relajarse, hacerse más autoconscientes, más flexibles y menos controladoras produce un desplazamiento en las tecnologías de subjetivación femenina. En paralelo a una serie de otras publicaciones masivas, funciona como un verdadero manual de vida moral contemporáneo, que podría ser leído como parte de un proceso mucho más amplio, como una educación sentimental que ofrece un lenguaje y herramientas para autogestionar la vida.
Desde el punto de vista del contenido de la sección “Calidad de vida” de Ohlalá, hemos señalado algunos aspectos que muestran la conformación de una subjetividad vinculante que extiende lo psicológico sobre una concepción que no es exlusivamante individualista, sino cosmizada de la subjetividad femenina. Es decir, es una forma de entender a la persona como un todo integrado en donde lo físico, lo social, lo moral, lo espiritual y la naturaleza se encuentran interconectados y son mutuamente independientes. Desde el punto de vista de sus usos sociales, se señalan apropiaciones heterogéneas que muestran que los usos de la revista y de los recursos de la autoayuda espiritual son diversos: en muchos casos dan cuenta de la reafirmación de una concepción terapéutica de lo femenino y, por otro lado, modos más críticos o usos situacionales de algunos recursos de la psicología positiva o la espiritualidad Nueva Era.
Estas tecnologías y saberes de autonomización femenina son muy controvertidos. Se combinan allí una serie de aspectos que la mirada ilustrada, secular, masculina e intelectual muchas veces considera aberrantes. El secularismo impugna la espiritualidad, el androcentrismo la autonomía femenina, y el intelectualismo los fenómenos culturales de masas. Sin embargo, la espiritualidad femenina es considerada por amplios sectores del feminismo crítico como parte de un orden que reafirma la sujeción de las mujeres a los lugares subordinados, mientras que el lenguaje psicológico en clave de superación personal femenina es percibido como un fenómeno de poca relevancia, no sólo por estar incubado en el lenguaje espiritual, sino por considerarlo además como un residuo contemporáneo de la cultura de masas, la lógica mercantil y, por si eso fuera poco, un capítulo de la autonomía individual promovida por la cultura neoliberal. Ohlalá habla entonces sobre un guión conocido, que corre a la par de toda una literatura de autoayuda espiritual femenina. Una literatura que viene a complementar, en clave de género, el fenómeno de la autoayuda y la espiritualidad Nueva Era de la Argentina contemporánea.
No todo puede remitirse a la continuidad con saberes y prácticas pasadas. Existen en la revista formas nuevas y contenidos novedosos, que movilizan otros saberes y tecnologías de subjetivación que circulan entre los llamados saberes expertos y, sobre todo, en la cultura de masas y sus usos cotidianos. Por supuesto que esa novedad, innovadora de lenguajes y prácticas, se hace sobre un fondo cultural común, dado que supone complejas articulaciones entre productos culturales de masas, géneros, ideas y artefactos que circulan en la vida cotidiana. Si las mujeres que leen e interactúan con los magazines femeninos contemporáneos tienen allí un medio para acceder a las versiones masivas del aconsejamiento psicológico y espiritual contemporáneo, eso no resulta exclusivo de la revista. En realidad, la revista funciona como un mediador en una trama de ideas y recursos de trabajo con el yo mucho más amplio, que incluye prácticas concretas, frecuentación a talleres, especialistas, legos y hábitos heterogéneos que sintonizan con la oferta de Ohlalá.
El propio fenómeno de la masificación y la ordinarización de los saberes psicológicos, de la mano de su acercamiento a tecnologías y saberes cercanos como la espiritualidad, supone un circuito que desafía la separación clásica entre lo experto y lo lego. En función de una discusión más amplia sobre la circulación de saberes expertos en la cultura de masas, podríamos subrayar la alternativa de suspender estratégicamente las fronteras ente lo experto y lo lego y centrarnos en la circulación de esos saberes, considerando seriamente tanto sus manifestaciones convencionales como las que, a simple vista, parecerían menos ortodoxas. Este descentramiento de los saberes, y del foco intelectualista de su circulación entre intelectuales o expertos, podría abrir una puerta para reflexionar sobre su eficacia social.
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Instrucciones de citado en la versión PDF.
- Nos basamos para esta investigación en una base de datos y un análisis de contenido de la revista y, sobre todo, de la sección “Calidad de vida” durante el período 2013–2015. Asimismo, consideramos la participación en dos eventos públicos de un dispositivo que nuclea a sus suscriptoras en la denominada “Comunidad Ohlalá” y en ocho entrevistas en profundidad con lectoras asiduas de la publicación.